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8 5 llamado P. Ignacio de Cambrils, varón ilustre por sus virtudes y letras, el cual enseñó Filosofía y Teología durante más de cuarenta años con aplauso de propios y extraños, y muy riguroso en exigir la regularidad del tiempo y seriedad de los estudios, com o lo sé por experiencia, pues tuve el honor y consuelo de ser su discípulo. Además, cuan­ tos conocen a dicho P. Provincial saben que sin ser un talento notable, es hombre que sabe muy bien las ciencias eclesiásticas, que es muy estudioso y que nada hace sin meditarlo bien y sin tomar consejo, siendo óptimo Prelado muy amante de la obser­ vancia y de los estudios serios y completos. Algunas veces ha pretendido también el mismo Sr. Obispo de Barcelona que nosotros hemos usado de facultades que no teníamos, lo cual es inexacto, pues sabe muy bien el Sr. Obispo que en las ocasiones en que por inexperiencia un Padre se me­ tió en asuntos que no eran de su incumbencia, este Padre fue reprendido por su Provincial y el mismo Provincial dio al Prelado explicaciones y satisfacciones más que suficientes. Lo que hay de cierto es que alguna vez el Sr. Obispo, para contentar a un párroco injustamente exigente de derechos que no tenía, creyó conveniente prescin­ dir de nuestros derechos y dar la razón a quien no la tenía, sabiendo sería más pa­ ciente un humilde fraile que un cura que veía con malos ojos los derechos más comu­ nes de los regulares. A pesar de estas y semejantes cosas que hemos sufrido por parte de la Curia de Barcelona (y no somos los Capuchinos los solos que pueden quejarse), hemos procu­ rado y procuramos siempre estar en la más perfecta armonía con el Prelado, logrando con nuestra discreción y paciencia evitar- todo conflicto, de modo que el clero y el pueblo nada han podido notar y tenemos la paz necesaria para obrar el bien. El Excmo. e limo. Sr. Obispo de Pamplona hasta hace pocos meses era nuestro entusiasta amigo y admirador, siempre dispuesto a favorecernos; se confesaba con uno de nuestros Sacerdotes y con frecuencia daba pruebas del aprecio y estima en que nos tenía. Pero la división entre católicos que tanto daño causa a sus diocesanos y tal vez su amistad con el Sr. Obispo de Cádiz han sido causa de la actitud desconfiada y contraria que le notamos desde algún tiempo. Desgraciadamente este virtuoso Prelado no ha logrado unir al clero y al pueblo en un solo pensamiento, y como necesa­ riamente los Capuchinos hemos de tratar con todos los buenos católicos, entre los cuales muchos son integristas y otros carlistas, entre quienes casi exclusivamente con ­ tamos nuestros bienhechores, el Sr. Obispo, sin motivo alguno, nos ha colocado en el bando de los integristas, presentándonos como parciales y promotores de banderías entre católicos; los carlistas toman a mal que nos visite un integrista; los integristas quisieran verse apoyados por nosotros para tener más fuerza moral; si el Sr. Obispo se inclina demasiado a unos políticos contra otros, los favorecidos quisieran forzarle a hacernos entrar en su bandería. Si unos políticos nos creen suyos, somos para ellos y los raros Prelados que les dan algún apoyo, hombres sabios, maduros, edificantes; si al contrario nos creen inclinados a otros o que ellos tengan alguna relación con nosotros, el Prelado que favorece a los primeros, no contentándose de nuestra obligatoria y prudente neutralidad, se hace eco de sacerdotes apasionados y llueven sobre nosotros los calificativos de ignorantes, de hombres sin talento, etc. etc., com o sucede en Pamplona desde que la Curia ha salido de su neutralidad política. En Pamplona se nos hace injuria de reputar faltos de formalidad y solidez nuestros estudios, se nos obliga al summum jus en exámenes, etc. y con todo el Obispo de una vez se ha visto obligado a declarar sobresalientes a jóvenes que ha examinado para órdenes. Un hecho confir­ mará la poca justicia que se nos hace: últimamente se presentaron a exámenes dos Padres de carrera concluida, uno de ellos de verdadero talento y muy instruido; otro que por cortedad de ingenio sabía todo lo necesario y nada más, y concluido el exa­ men se aprueba a éste y se suspende a aquél. El Obispo de Pamplona sabe y le consta que cada año hemos ido perfeccionando los estudios, conoce que lejos de acortarlos los

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