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8 3 Terrible ha sido el castigo que desde el pasado agosto el Seráfico Padre ha de­ jado caer en sus malos hijos perseguidores de sus Representantes y astutos sembrado­ res de cizaña. Uno de ellos, el P. Lorenzo de Mollina ha sido expulsado de la Orden, previo canónico proceso de incorregibilidad. Otro, el P. Cayetano de Igualada, des­ pués de haber negado al Rmo. P. General el derecho de enviarle a Francia de donde vino en mala hora pocos años, ha sido secularizado perpetuamente en una forma equivalente a la expulsión. El P. Bernabé de Astorga, jefe principal de rebeldes y pe­ sadilla continua de sus Prelados, y el P. Juan de Lucena, víctima voluntaria de las ma­ las artes de los dos que preceden, al pedir la secularización p o r dos años, sin duda para volver a conspirar y promover cizaña dentro de dos años, han sido secularizados con el P. Cayetano de Igualada en forma insólita y severa equivalente a expulsión, com o lo prueban estas palabras del Rescripto Pontificio: "habitu regulari illico di- misso, quoad vixerit; ea tamen expressa lege, ut ipse a divinis suspensus maneat, do­ ñee S. Patri monium [?] sibi non constituerit et Episcopum benevolum receptorem mi- nime inveniat". Como las conspiraciones e inauditas malas artes de los díscolos para engañar no sólo a los religiosos sino a altísimos Prelados de Roma y España les han salido frustra­ das y han puesto en mayor evidencia la legalidad y rectitud del proceder de los Superiores Mayores, y viendo los mismos díscolos que hasta los ilusos de buena fe empezaban a abrir los ojos y separarse de ellos, el rencor y saña contra sus Padres en S. Francisco, algo comprimidos hasta entonces con la esperanza de verlos humillados y desautorizados, se condensó en un infame libelo de 24 páginas, que los principales de ellos h icieron imprimir con el título de Magna exp o s ic io e t denun tia to (sic) Capuccinorum Hispaniae facta S. S. Leoni XIII, Mense Junii 1893, y que creyendo desprestigiar a la Orden y a sus Prelados, han difundido entre los Obispos de España y otros altos personajes eclesiásticos de fuera. No haré la injuria al P. Provincial de Castilla, carísimo hermano mío, y principal atacado, de defenderle de las atroces calumnias con que los libelistas intentan man­ char su honra de hombre, de sacerdote y de superior; su conciencia timorata (y hasta escrupulosa en muchos casos), la severidad de sus costumbres y el incansable amor a su Orden y a los verdaderos hijos de la Orden, excusan toda defensa, siendo además un honor ser atacados por tan indignos calumniadores. En cuanto a los Superiores Generales, cuyo prestigio intentan destruir, inútil es también todo lo que no sea com ­ pasión hacia los propaladores de tan calumniosas suposiciones y afirmaciones. Y si a mí también me hacen el honor de asociar mi nombre, para denigrarlo, al de mi pia­ doso y celoso hermano y de mis venerados y edificantísimos Superiores Generales, mi sola respuesta será pedir a María Santísima les ilumine y alcance perdón y misericor­ dia, sentimientos de grandísimo y muy compasivo amor para con ellos y de que, po ­ dres, si, pero frecuentes oraciones en favor supo. Dios les perdone como nosotros les perdonamos. Acepte María Santísima nuestras pasadas aflicciones com o otras tantas demandas de gracia y piedad por ellos. Me permito añadir la siguiente nota reservada, referente a las relaciones entre los Capuchinos y los Obispos. Ya en la Visita General de 1889, ya el año pasado los Superiores de la Orden tuvieron del hoy Emmo. Card. Di Pietro la consoladora declaración que ningún Obispo se había quejado a la Nunciatura de los Capuchinos Españoles, y cuando c om o Visitador pedí al mismo ilustre Prelado me dijese si había algo que yo debiese corre­ gir entre los Capuchinos, me confirmó que ninguna queja tenía y se manifestó suma­ mente bondadoso para nuestra Orden en España.

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