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Vida Religiosa y Espiritualidad 1. Admisión de aspirantes. 263. Hasta la época de la restauración no puede hablarse de “ reclutamiento” de vocaciones, aunque sí de cierto prose- litismo. Las vocaciones se presentaron abundantes ya desde la aparición de los capuchinos; la misma fama de rigidez y auste­ ridad era un incentivo para muchos jóvenes deseosos de perfec­ ción. Si bien, como atestigua el cronista Antonio de Alicante, en Castilla al principio eran muy pocos los que pedían el hábi­ to, amedrentados por el rigor en que se vivía; el Padre Serafín de Polizzi envió a Madrid cuatro caballeros mozos, pajes del duque de Montalto, a quienes dio el hábito en Alicante, con el fin de que, con su ejemplo en la Corte, alentasen a los demás. Para 1625 los capuchinos españoles sumaban ya 1.184; en 1650 eran 1.775; en 1702, 2.473; en 1761, 3057; en 1775 al­ canzaban la cifra máxima de 3.071 religiosos en 115 conven­ tos; en 1782 el número había descendido a 2.956 y en 1835 a 2.329. En este descenso influyó ante todo la limitación im­ puesta en el número de novicios a cada provincia por el gobier­ no y, luego, la supresión napoleónica. Sin embargo en algunas zonas hubo también verdadera crisis de vocaciones; en 1769 el definitorio de Andalucía mandaba cerrar el noviciado de Granada por no contar con ningún aspirante, y en el de Se­ villa había un solo novicio de coro; en 1815, a raíz de la su­ presión napoleónica, el definitorio de Castilla se lamentaba de la falta de jóvenes, “ sin ninguna esperanza de que los pu­ diera haber en muchos años” . En Navarra, por el contrario, hubo un pujante despertar vocacional en los años que prece­ dieron a la supresión: en 1828 el noviciado de Cintruénigo al­ bergaba 18 novicios, y 20 en 1832. 264. En aquellos siglos las vocaciones para hermanos legos se presentaban generalmente en número excesivo, con el peli­ gro de que no todas fueran auténticas; por ello en las provin­ cias solía limitarse el número de novicios legos. En el siglo XVII la provincia de Castilla lo había fijado en un máximo de cuatro al año; la de Navarra, en 1723, determinó que, dado el número excesivo de hermanos que había en los conventos, 161

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