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HISTORIA DE LOS CONVENTOS CAPUCHINOS de dos plantas, con un pequeño claustro en la planta baja que recorría todo el espacio habitado y en el que se encontraban las dependencias comunes: cocina, refectorio , lavandería, biblioteca, despensa, etc... y en la planta superior, las celdas de los religiosos. Dentro del cuadrilátero o patio había un aljibe o pozo de cuya agua se surtía el convento. El convento capuchino tenía también su cementerio, que era una cripta en la iglesia, o bien un cementerio propio, en la huerta (ejemplos: Sevilla, Antequera o Sanlúcar). Y la huerta, elemento indispensable 110 sólo para el esparcimiento de los religiosos, sino, sobre todo, para el cultivo de hortalizas y frutales, necesarios para el sustento de los frailes. Por ello se intentaba escoger siempre un emplazamiento con agua suficiente para el regadío. PRIMEROS CONVENTOS CAPUCHINOS DE ANDALUCÍA ANTEQUERA Los capuchinos llegaron a España a finales del siglo XVI estableciendo cuatro provincias, la última la de Castilla-Andalucía. Esta fundó con­ ventos en Madrid, Toledo, Alcalá de Henares y El Pardo. De aquí pasaron a Antequera en 1613. El V. P. Severo de Lucena entabló amistad en la Corte con el caballero antequerano D. Jerónimo Matías de Rojas, quien obtuvo del rey Felipe III autorización para que la Orden Capuchina se estableciese en An­ tequera, siendo comisionado para dicha fundación el propio P. Severo y el P. José de Linares, quienes recibieron licencia para edificar un convento en las inmediaciones de la ermita de Nlra. Sra. de la Cabeza. La edificación estuvo acompañada de ciertas disputas por cuestión de límites con el dueño del cortijo del Gayombar, D. Juan del Castillo, resolviéndose favorablemente a favor de los religiosos, pero la fábrica ©

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