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CA PU CH INO S DE LA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA la vida eterna’. Este gran principio informaba toda su vida. Estudiaba, escribía y enseñaba y de todo sacaba mérito. Su vida toda estaba orde­ nada a este fin”. A pesar de su corta edad fue nombrado repetidas veces Lector de Sa­ grada Teología y de Derecho. Fue también Director de El Adalid Seráfico estando cuatro años en la redacción de dicha revista. “Escribía no por afición, sino por deber y obediencia, -escribió el P. Sebastián de Ubri- que- por hacer bien a las almas y por defender la causa de Dios”. Ocupó también los cargos de Vicario del convento de Sanlúcar y del de Sevilla, Secretario provincial, Definidor yMaestro de Novicios. En lodos ellos dejó una profunda huella. “Era el primero en los actos de comu­ nidad, el último en salir de la presencia del Tabernáculo, y jamás salía de su celda o del convento sin que hiciera una visita al Santísimo”. Si grande era su santidad, no era menor su ciencia. Formado en la lectura y meditación de los grandes místicos del siglo de oro español, poseía además profundos y sólidos conocimientos de Filosofía, Teolo­ gía, Moral, Cánones y Ciencias Naturales. Era de una inteligencia clara y perspicaz, así como de una memoria verdaderamente extraordinaria. Atendiendo a tantos méritos y haciendo justicia a la virtud y sabiduría del P. Marcelo, el Arzobispo de Sevilla le nombra, por Breve Pontificio, miembro del Claustro de Doctores del Seminario General y Pontificio en 1907. Un año antes, 1906, había muerto D. Marcelo de Sevilla el santo arzobispo mendigo, al que sucedería en otoño de 1907, Enrique Almazar, un salmantino que acabará de cardenal de Toledo. Durante el verano de 1912 se reunieron en un sólo colegio, en el convento de Sanlúcar de Barrameda, los estudiantes capuchinos de Filosofía y Teología con el quinto de Humanidades y el P. Marcelo fue nombrado Director del Colegio y Lector de Filosofía. Pero aquel año las fiebres sembraron de luto Sevilla y él empezó a sufrirlas, cuando fue trasladado a Sanlúcar. Su salud se agravó con una endocarditis. Estando en los preparativos del comienzo de curso aca­ démico, le sorprendió la hermana muerte el 21 de septiembre de 1912, tenía treinta y un años de edad.

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