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»'Muchas veces, el Señor, por su Providencia amorosa, lleva a las almas al Tabor y las deja gustar por algún tiempo las dulzuras que allí hay. Mas por sus secretos, pero amorosos juicios, cuando el alma se cree feliz allí, el Señor le dice: «No, hija mía, no te he traído aquí para que te quedes, sino para que te fortalezcas con esta con– solación y puedas luchar con más denuedo y vigor contra las tinie– blas y oscuridades de esta vida.» »Mi amadisimo Jesús, viéndome poco fuerte para la terrible pelea de la vida, me tocó al corazón y me dijo amorosamente: «Hijo mío, ven a gustar de las dulzuras del Tabor (de la religión). Sacrifícame tu voluntad y dame tu corazón.» Al punto le seguí y me vi inundado de alegría y felicidad; pero al decirle que allí quería establecer mi morada, me ha dicho que si antes hice gustoso su voluntad, ahora también se la sacrifique yendo al mundo a pelear por su nombre. Que ésa y no otra es su voluntad. Pues, como me dijo mi amado pa– dr.e maestro al notificarme la voluntad de Dios, si quisiese yo que– brantar los designios amorosísimos de mi querido Jesús, ·empeñán– dome en perseverar contra la voluntad de Dios, estaría en eminente peligro de condenarme. »Así como a mí se me ha partido el corazón de pena, pero con la ayuda de mis queridísimos Jesús y mi Madrecita María, y entre– gándome en sus divinos brazos me he tranqUilizado sobrenatural– mente, y en medio de la tribulación he dicho: Señor, hágase tu vo– LUntad y no la mia.; así, no dudo, lo haréis vosotros, amadisimos papás, y postrados a los pies del Sagrario ofrecedle este sacrificio que por el amor que nos tiene nos impone. Sí, por ·el amor que nos tiene; pues, como dice un verso: «Ni olvides que los dolores son astillas de la Cruz, que darles suele Jesús a sus grandes amadores.» Pues a sufrir con alegria y valor este sacrificio que para los fines amorosos que El se p ropone, mi amadisimo Jesús me impone. Nunca nos hallaremos más dichosos (sobrenaturalmente hablando) que ha– ciendo la voluntad de Dios. Y bien sabéis que todas las cosas que nos suceden, excepto el pecado, .todas, absolutamente todas suceden por voluntad de Dios. Por lo tanto, ¿por qué afligirse demasiado? Dios quiere que lleve esta pesadísima cruz. ¡Bendito seáis, Señor! Bien sé que Vos me ayudaréis a llevarla... »Mi amadisimo padre maestro me ha dicho que esté completa– mente tranquilo, pues que sinceramente me dice que yo he tenido siempre muy buena voluntad y he puesto de mi parte todo cuanto he podido, y que, además, he sido muy dócil en todo, y que, por lo tanto, no tengo culpa ninguna de que no sirva, porque el Señor, en sus justísimos juicios, no me ha dado las cualidades necesarias para perseverar en la Compañía. Que así como me dice esto con todo su 369 24

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