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corazón, y que no dude en lo más mínimo que esta es la voluntad de Dios, de la misma manera me tendría que decir que había per– dido la vocación, si hubiese tenido mala voluntad y sido indócil. .. Demos muchas gracias al Señor porque asi no ha sido... )Papas amados: no lloréis, os ruego, sino al contrario, alegraos viendo que el Señor me da tanta fortaleza para cumplir la voluntad divina. Además, con toda la instrucción que aquí he recibido, me será mucho más fácil vencer las dificultades de esta vida... -Her– mano Serrano.'b El reverendo padre maestro, Francisco Sauras, escribia el 28 del mismo mes a don Emilio la carta anunciadora de la partida de su buen hijo del noviciado de Aranjuez. Más oficial y también más breve, como es natural, que la de Emilio, dice lo siguiente: «Señor don Emilio Serrano. Muy señor mío: No menos que su hijo Emilio me veo forzado a manüestar a usted mi sentimiento al exponerle, que ya es una resolución clara, lo que Emilio le dice en la suya. Lo hemos encomendado al Señor y a todos los que tienen que intervenir de algún modo en esta tan costosa medida; parece evidente que nuestro Emilio no es llamado por Dios Nuestro Sefior para perseverar en esta religión de la Compañia de Jesús. :.El ha hecho cuanto ha podido. Pero Dios, que da los deseos y pide los primeros sacrificios, exige ahora el presente a él, a ustedes y a nosotros. Puede usted estar tranqui.lo del proceder de su Emilio, como nosotros estamos contentos. Nunca conservaremos de él sino buenos recuerdos de su comportamiento, de la enregja de su volun– tad, de su piedad, fidelidad y obediencia; pero es manifiesta la vo– luntad de Dios de que no debe perseverar en este género de vida~ pues realmente le falta la verdadera vocación.» Todavía cabe preguntar: ¿Por qué no sirvió el joven Emilio para. religioso en la Compañia de Jesús, si, como el padre maestro escri– be, tuvo buen -comportamiento, energía de voluntad, fué piadoso. fiel y obediente? La Iglesia exige condiciones generales como garantía de verda– dera vocación, de tal suerte que faltando éstas, puede perfectamente asegurarse que, a pesar de los mejores deseos y del buen compor– tamiento, falte el llamamiento divino. Además, cada instituto re– ligioso tiene también sus propias condiciones especiales para acep– tar candidatos a la profesión del mismo, faltando las cuales, no hay vocación. Pues éste es el caso del hermano Serrano, de tal suerte que nada se puede echar en cara ni a él ni a la Compañia de Jesús, porque por ambas partes se cumplló la voluntad de Dios. A mayor abundamiento, y temeroso de hacerme demasiado pesado, pero con el firme propósito de que quede bien justificada la conducta del 370

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