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Il Vocación religiOSfL.-A los Capuchinos de Bilbao.-Trein– ta días al mes y las noches libres.-Noviciado y protestón. Desde el sorteo ca.strense han transcurrido ya varios años; el joven Li-cinio se va acercando gradualmente hacia los treinta, y ese rodar rápido del W~mpo le indica que debe tomar alguna resolución definitivamente orientadora de su vida, ya que la viejecita mamá no va a necesitar siempre sus servicios, ni él tampoco participará seguramente durante toda su vida de los desvelos, caricias y amor maternales, por la misma ley de la naturaleza según la cual cada ge– neración que aparece en el mundo empuja a la anterior hacia el se– pulcro. Entonces, ¿qué hacer? ¿Abrazar el estado conyugal como sus her– manos? ... No le seduce la idea del matnmonio. ¿Permanecer célibe toda la vida en el siglo? ... Perspectiva regularmente sombria y do– lorosa para el hombre, sobre todo mirando hacia la vejez. Porque, ¿quién se preocupará de él y le atenderá en sus menester-es, y le prestará sus cuida dos, y brindará calor amoroso y ca.sto a sus miem– broS> fríos y entumecidos en los años seniles?... Ante semejantes interrogantes se dejó suave y fuertemente sen– tir en su mente el Espíritu Santo, mostrándole una senda luminosa con luz orientadora hacia la eternidad, cual fué la vocación al esta– do reltg.ioso. No desechó el reflexivo joven la celestial sugerencia; antes al contraro, bien pensada y meditada, resolvió por fin se– guirla. Nada manifestó a sus deudos del propósito ya cast de inmediata ejecución; <eon ellos organizó una especie de peregrinación piaAosa al pueblo de Valdavida, de donde era natural su abuela paterna, doña Isabel Buiza, para venerar a la Virgen María, que allí recibía especiales cultos ·bajo la advocación de Nuestra Señora de Yecla. Terminada la devota ro:nería mariana, dijo a sus deudos que re– gresaran a Villamizar, pues él tenía que ir a la ciudad de León a resolver un asunto personal. Llegó a León e inmediatamente partió para el convento de Capuchinos de Bilbao, desde donde escribió a la familia, comunicándole que entraba relígiosD Capuchino en el humilde estado de hermano lego. El hizo, en verdad, no pequeño sa– crificio al desprenderse de su viejecita, y ella, con el resto de la fa– milia, no lo sintió menos; pero todos ofrecieron generosamente el 327

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