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salvajes rojas en Gijón, iniciaron los saqueos y las quemas de edi– fi<:ios, especialmente de tipo religioso; las detenciones y los asesi– natos de gente de bien. Como el hermano fray Alejo formaba parte de la comunidad de Capuchinos de dicha villa, huelga repetir lo que de otros mártires del mismo convento queda ya consignado en otras páginas de esta obrita. Pero como hay algunos matices intere– santes más directamente relacionados con el s~ervo de Dios, no que– remos omitirlos. Fray Alejo fué conducido, después de detenerle, con el padre guardián y con otro hermano a la próxima panadería, con el sinies– tro fin de rematarlos allí indudablemente por los del Frente Popu– lar, quienes a boca j§.rro mantuvieron con el Superior el siguiente diálogo: «- Ustedes pred~can: no matar; después matan a los obreros. »-Nosotros no matamos a nadie; no sabemos siquiera manejar las armas. »-iPues ahora no sucede lo de octubre: nosotros luchamos por la legalidad, y ustedes luchan cont ra el Gobierno legítimo. »-Nosotros los reUgiosos no luchamos contra nadie. »-¿Y el tiroteo de ayer desde el convento, con el que nos hicie– ron varias bajas? »-Nosotros no fuimos; quienes tiraban lo saben ustedes tan bien como nosotros. • »-Cuando ustedes vinieron a Gijón no tenían una perrina. y hoy tienen millOnes. »-De deudas, tendr-e:mos nosotros millones. Si lo dice por la obra de la iglesia que estamos haciendo, sepa que se hace sin tener una peseta, con el dinero del Banco; y eso, para dar de comer a los obreros, remediando eh paro, como remediamos tantas ha..'llbres como con el pan que repartimos todos los días, parti•cularmente los viernes. »-Eso ya lo sé yo lo que ustedes reparten; que les conozco desde que vinieron a Gijón. »-8i nos conoce, y es tal vez vecino nuestro, no creo pueda tener qneja alguna de nosotros. »-Bueno, pónganse en fila los tres--nos dice, echándose a la c~tra los fusi1es los tres rojos que alli nos habían conducido, y nos encañonaron para matarnos.» Por entonces no los mataron, a causa de haber intervenido el panadBro en favor de ellos. Por unos momentos los dejaron solos, animando el padre guardián a los dos hermanos a que cada uno cogiera un pan, manos en alto y, siguiendo su ejemplo, marcharan a las casas de antemano buscadas o a otras donde cada uno. en aque- 286

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