BCCAP000000000000138ELEC

llos momentos decisivos, pudiera. Pero los hermanos no sigweron su ejemplo, sino que, quedados en la panadería, fueron sorprendidos por los comunistas y llevados presos a la Comisaria para juntarse con los otros r~11gliosos -conducidos desde el sótano del convento a dicho centro oficial. (Padre Hontoria.) Fray Alejo fué, ciertamente detenido, encarcelado, llevado a la comisaria y a la Residencia-cárcel de los padres Jesuitas. cAl her– mano fray Alejo de Terradillos ISi le recuerdo ante su fotografía. Hombre humilde; con la sonrisa en los labios, tenia esa gracia que ha caracterizado a Santa Teresa de Jesús. Estaba siempre rezando el rosario y tenia siempre una frase de disculpa para nuestros carce– leros por su ignorancia supina.» (Abogado BoniffU:io L. Somonte.) «Conmigo estuvieron presos varios religiosos Capuchinos del con– vento de esta ciudad, recordando los nombres... Hermano Alejo de Terradillos.» Ya hemos escrito que en Gijón se reunieron varias personas para prestar asistencia a los religiosos Capuchinos presos, las cuales se turnaban para llevarles alimentos y ropa limpia. «En uno de los días de nuestra caritativa visita sali(> a la puerta el her– mano fray Alejo de Terradillos para recibir la ropa lavada que le entregamos. El, sonriente, y saludando con la mano, recibió la ropa lavada; estaba en mangas de camisa.» (Manolita Fernández Gon– záZez.) Dos días antes del asestnato fué trasladado de la Residencia a la parroquia de San José, y desde allí al cementerio de Jove, con sus hermanos de hábito y con otros muchos héroes que murieron dando los acordados vivas: «¡VIVA 'CRISTO REY! ¡VIVA CRISTO RE– DENTOR! Así murió tamb.ién fray Alejo, coronando las virtudes durante su vida practicadas con la corona del martirio, dando su vida por Dios y para Dios. <Pocos años más tarde-así escribe una per~ona que le trató mu– cho en vida-, junto a las tapias del cementerio de Gijón (Jove), fray Alejo metia en la maleta, preparada con tanto esmero durante toda su Vida, y repleta de méritos, metía, di.go, la palma del mar– tirio; y mientras su cuerpo ca1a acribillado por las balas de los comunistas y rubricaba con su sangre su ardiente amor a Jesucristo, su bella alma volaba gozosa a presenciar el triunfo de la gloriosa Asunción de María. Era el 14 de agosto de 1936... La Virgen se ha ido al cielo, y fray Alejo ·no se quedó en za tierra..., siguió a la Se- ñora en su earrera triunfal. Me considero feliz de haber tenido parte en sus oraciones. Que ellas me alcancen de Dios el poder acompa– ñarle en la gloria.» (SO/r Concepción Díaz, Clarisa.) 287

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz