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estaba hasta la noche, creemos que rezando y mortificándose, por– que allí nada había que hacer. Jamás le oímos quejarse ni hablar mal de los que les perseguían.» (Carmen Durán Cao.) «Cuando ·estalló la República espafiola, que lo echaron del con– vento, vino a refugiarse donde yo estaba por aquellas fechas traba– jando. Y en muchas ocasiones no quería comer, porque decía que, como no trabajaba, no tenía derecho. La mayor parte del tiempo se la pasaba rezando, pidiendo a Dios por todos, incluso por los que le persiguieron. Decía que los pobres no sabían lo que hacían, y había .que perdonarlos.» (María Mosquera.) v:r Al convento de León.-Frfty Aleto y los coristas teólo– gos.-Ent ermero ideal.-Paradicrn-a de todas zas virtu– des.-Al convento de Gijón. «El año de 1931 sali a recibir a fray Alejo a la estación de León, a. cuyo convento de Capuchinos iba destinado desde La Corufia, donde los rojos nos habían incendiado por entonces nuestra Resi– dencia.. Por cierto que tropezó y cayó en una de las vías de entre los andenes y estuvo a punto de ser cogido por una máquina. A este percance, como a toda adversidad, correspondia con una sonrisa ex– p resiva de su resignación alegre y de su conformidad con la voluntad de Dios Nuestro Señor. En todo el tiempo que permaneció en León, fué modelo acabado de todas las virtudes.» (Padre Manuel de Hon– toria.) No son, ciertamente, los estudiantes quienes más fijamente cla– van la mirada en las virtudes de los otros. Engolfados en los estu– dios, tienen bastante en qué entender con tantas disciplinas como abarca la carrera eclesiástica. Sin embargo, no pasaron para ellos desapercibidas en León las virtudes de fray Alejo durante su per– manencia en aquel convento. «En todo momento conceptué a fray Alejo como un perfecto re– Hgioso lleno de virtudes, destacándose en él la piedad profunda, la bondad y caridad, juntamente con un perfecto dominio de sí mismo, a pesar de su temperamento fuerte. Los coristas, unánimemente, es– tábamos edificados de su virtud.» (Padre Abel de Bilbao.) cConocí al hermano fray Alejo, quien desempeñaba entonces los oficios de limosnero, sacristán y enfermero. Con frecuencia le vi orar ante el Santísimo Sacramento con tanta compostura exterior, que edificaba y movía a devoción. Como enfermero noté una cari- 283

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