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Tezos, él declaró su calidad d~ religioso Capuchino, se ofreció asi– mismo a acompañarla en sus rezos, y aún no contento, como la guardesa tenia que lavar los platos de la Comandancia, él se ofrectó también a ayudarla en semejante labor, como as1 efectivamente lo hizo de alli en adelante; ella, en cambio, le lavaba y arreglaba la ropa., Como, por otra parte, estaba dotado de tan excelentes cualidades mecánicas, le ~ncargaban el arreglo de teléfonos, relojes, radios, pianos, etc. Tocaba también con mucha soltura el piano., Pero esto le proporcionaba no pocas incomodidades físicas y amarguras roo– Tales, porque, no obstante el buen trato que le daban, oía frecuentes conversaciones ofensivas al pudor cristiano y religioso, y se veía cons– treñido a tocar el piano, hasta altas horas de la noche, para que danzaran milicianos y milicianas, con el consiguiente cansancio, y, sobre todo, con grandes sufrimientos morales. Además, sabia el padre Carlos que su vida estaba en manos de aquellos sin Dios y sin religión, y que cualquier día, por un capricho, y especialmente por su condición de religioso, le daban el paseo. Estos prese-ntimientos los vió confirmados al captal' una conversación cuan– do cierto día iba a Intendencia. Efectivamente, dos oficiales hablaban de él, y uno de ellos preg.untó al otro: «Pero, bueno, ¿cuándo váis a dar a ése el paseo?, . Paseo en lenguaje miliciano-comunista signi– ficaba asesinato. El otro le contestó: cA pesar de ser fraile, es buen chico y muy ingenioso; todo nos lo compone, y hoy miSmo va a afinar la p~anola., No podía en modo alguno fiarse el si~rvo de Dios de aquellas gentes, aunque militares; su vida, por ser fraile, estaba en peligro; el apostolado que podía ejercer era sumamente reducido; los medios de santificación personal escasos, fuera de la resignación con que llevaba aquella vida incómoda y el trato íntimo que tenía con el Señor. Estos motivos le indujeron a realizar una idea hacía algún tiempo acariciada, cual era la de pasarse a las lineas nacionales, que no estaban muy lejos. Como tenia muy bU'enos amigos, y desde luego, personas de dere– cha, uno de ellos, con un mapa en la mano, le aleccionó por dónde podía evadirse para llegar al campo nacional. Aprovechando una buena tarde del 30 de noviembre de 1936, en que estaba solo, provisto de alimentos preparados por la buena guardesa, a las cuatro de la tarde emprendió la aventura, trepando por la montaña hasta ac-er– carse a Guadarrama, ya próximo a las líneas nacionales; pero con tan mala suerte, casi al fín, que fué reconocido por un capitán rojo, el cual le detuvo y mandó encarceclarle en la pristón d'e! pueblo de Guadarrama. 231

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