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en ,su condición de radiotécnico, y aunque trataron de sonsacarla que era religioso, ella ni lo negaba ni lo afirmaba, sino simplemente decía que jamás le había visto con hábito religioso, como era verdad. Por .cierto que para tnducirla a cantar claro, uno de los que la inte– rrogaban llegó a decirla que conoc1a perfectamente a su familia de Vizcaya, y sabia que era familia religiosa, indicándola que no tuviera inconveniente en decir si era religioso o no, pues siendo vasca, como era la ramilla Or-casitas, podía manifestarse creyente sin que pasara nada a sus miembros. Sabia el padre Carlos por comunicación del padre Sixto, parti– cipada en una de las varias visitas que le hizo, cuando, gozando de libertad venía a Madrid, que habían matado al padre Gregario de La Mata (Juan Bermúdez); y para no comprometer a la famil~a Or– casitas manifestó a los del Estado Mayor que la documentación ca– muflada se la había proporcionado el tal Juan Bermúdez, domicilia– do en una pensión de la calle Covarrubias. A la pensión se mar– charon, llevando al padre Carlos; y al practicar en la misma un registro, encontraron en la habitación que había ocupado el padre Gregario, un papel en el cual se consignaba una especie de clave entregada por el padre Pesquera para que con él pudiera comuni– carse por teléfono en la casa donde estaba refugiado. Descubierto el sentido de la clave a medias y el domicilio del padre Sixto, que era de la familia Castañeda, obligaron los militares a llamar desde la misma pensión, a casa de la familia. El lo h~zo, pero con voz en– trecortada, porque estaban ellos presentes a la conversación teN~fó­ flica escuchándola con auriculares. He aquí el brevísimo diálogo: -¿,Conocen por casualidad a Juan Bermúdez?-preguntó el padre Carlos. -No, ¿quién es?-.as1 respondió una de las señoritas de la casa. Al otro lado del teléfono se oyó una voz trémula, vacilante, que se resist1a a dar su nombre. Ante la creciente insistencia confesó: -Soy Pablo Mermas. ~spere-le contesta emocionada la señorita-; voy a ver si mi hermana le conoce. Y luego dice a los de la familia y al padre Sixto: «Es el padre Carlos; pero habla de una forma muy rara; creo que le pasa algo.:. El padre Sixto, que estaba enfermo, con ftebre muy alta, se le– vantó inmediatamente y se fué al teléfono para ponerse al habla con el padre Carlos, con el fin de aclarar la situación. El padre Car– los le dice: «Aquí está tu primo., El tono de la voz, el misterio con que respondía, la inSeguridad de sus palabras revelaron al padre Pes– quera que algo muy serio le pasaba. Muy pocos momentos hablan pasado desde la brevísima conver- 228

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