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IX La expulsi&n.__,¡>iedad del padre Miguel exilado.-El pa– dr~ Miguel y los estudiantes di$'Persos. Los milicianos registraron el convento de Montehano por más de dos horas, y preocupados del pillaje, se apoderaron de cuanto les era útil, dejándole revuelto, así como las habitaciones de los re-– ligiosos. Luego el mandato imperioso, fusil en mano, de abandonar la mansión de oración, de estudio y de paz, excepto el padre iVliguel y fray Diego de Guadilla, quienes, por orden de los mismos asaltan– tes, debían quedar en él para hacer el inventario y precintar los la– boratorios de Fístca y Química y saber el destino que iban a dar al convento, además de atender a uno de los estudiantes que, por en– fermo, no pudo abandonarle. Mas, al día siguiente, 8 de agosto, también fueron expulsados el hermano y el padre Miguel, dirigién– dose a Cícero y recogiéndose éste en la cristiana casa de doña Ri– carda Naveda. «Sé que salió del convento de Montehano el dia 9 de agosto (8} de 1936, a las diez de la noche, y a esa hora llegó a mi casa, donde le tuvimos alojado hasta el 13 de diciemb-re del mtsmo afio. Durante este tiempo vi que practicaba todo género de virtudes; según mi pa– recer sobresalía en la humildad y recogimiento; jamás se impacien– taba, llevando con resignación las molestias que le causaban sus achaques, y también las visitas importunas que debía hacer todos los días al centro del Frente Popular, para testimoniar su presencia y firmar. Creo que celebraba la Santa Misa todos los días en la habita– ción particular a él destinada; yo y mí madre asistíamos los domin– gos; por la noche dirigía el santo rosario, presente la fam1lia; sus conversaciones eran de carácter espir.itual. La vida que llevó con nosotros fué familiar, pero tengo que advertir que casi siempre esta– ba solo en su habitación, dedicado a la oración y al estudio. Nunca aceptaba fuera de las comidas algún otro alivio de ninguna clase. Allá, me parece que por el Adviento, me dijo que ayunaba, cuando yo le decía que desayunara mayor cantidad. Del padre Miguel con– servamos como santo recuerdo varios objetos, como la mestta donde decía la Santa Misa, el mantel, un pequeño crucifijo que nos regaló, un cuadro del Nazareno de Medinaceli, también reg.alo de él, y una porción sobrante del vino que usaba para celebrar la misa.» (Cg,rmen Panda de Del Corte.) Aunque el padre Miguel estaba acomodado y con relativa tranqui- 188

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