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Udad personal, fuera de la molestia soportada todos los días de pre– sentarse al Frente Popular, donde necesariamente debía oír palabras soeces y expresiones irreverentes, sin embargo, le procupaba honda– mente la situación de sus estudiantes, dispersos por los pueblos cir– cunvecinos, a los cuales no podía visitar ni atender personalmente por habérsele prohibldo cualquier movimiento fuera del pueblo de Oicero. «Desde allí no perdió el contacto con los estudiantes; conservo una tarjeta como reliqu;ia, en donde escribía desde Cícero al señor donde nos hospedábamos, interesándose por nosotros. En cuanto a la parte material, desprovistos de toda ropa, pudimos reponernos gracias a la solictiud del padre Miguel, que por medio de una señora llamada la Pasiega, que iba todas las semanas a Meruelo, pasando por nuestra residencia, nos dijo que la compráramos toda la ropa que necesitásemos, encargá>ndose él de pagarla. Nos valimos mutua– mente de ella para comunicamos, darnos avisos y proveernos de lo más necesario. Nos hizo una visita para consolamos, exponiendo él la propia vida.» (Padre Justo de Valdemora.) X Como buen Pastor. La situación de los colegiales constituía gran peocupación al pa– dre Miguel, mayormente por la falta de movimientos para poder so– correrlos en lo espiritual y en las necesidades materiales, de suerte que. habiendo prometido mayor libertad el Frente Popular de Esca– lante, allá se trasladó el 13 de diciembre, a una f.lnca llamada Za Cagioja, desde donde pudo atender mejor a los coristas y ejercer el santo apostolado, confesaJndo, celebrando la santa Misa y llevando la comunión a religiosas y personas particulares a determinadas casas. · «En la visita que nos hizo a los estudiantes que estábamos en Castillo concertamos salir él y fray Diego hasta mitad del camino, entre Escalante y Castillo, o sea, al alto llamado «El !Porti.llo», y nosotros salíamos al encuentro de ellos. Una vez allí nos interná:ba– mos en el montEl entre la maleza, para no ser vistos de nadie y pasar algunas tardes juntos. Estando en Escalante, por invitación del pa– dre Miguel, fuimos un día a confesarnos, comulgar y oír misa, y eso mismo hacían los otros estudiaJntes y algunas personas; debido a estos mo\imientos puso en peligro su propia v.lda.» (Padre Justo de Valdemora .) 189

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