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yo rezo todas las noches : «De los pecados e ignorancias de mi ju– ventud no .te aeuerdes, Señor.» También nos dirigió una novena a la Santísima Virgen Maria. Era el padre Ambrosio, seg.ún apreciación mía y de los otros detenidos, un religioso muy tnstruído, muy buen compañero de infortunio, ejemplar sacerdote y religioso que se in– teresaba mucho por consolamos y por nuestro bien espiritual. .. Re– cuerdo que cierto día, pisando malamente uno de los detenidos en una tabla, cayó al fondo del ·barco, echando sangre por la boca... El padre Ambrosio, al enterarse, bajó inmediatamente y le dió la ab– solución.» (Isidro González Gutiérrez.) <<Dicho padre Ambrosio se presentó desde el primer momento como sacerdote y religioso Capuchino, aunque, como es natural, ves– tido de paísano. Desde luego, notamos todos que era optimísta, sere– no, ejemplar y piadoso, procurando animar a los otros y comunicarles su propia serenidad y su optimismo. Frecuentemente se le encon– traba rezando. Nuestra bodega-cárcel esta·ba dividida en g.rupos que nosotros llamábamos parroquias; la mayor era la del padre Ambro– sio, y yo pertenecía a ella. Aquí nos rezaba todos los días el santo rosario y otras oracione.S. Del propio modo, todos los domingos pre– dicaba la homilía, y después de expli-car el contenido del Evangelio, nos hacía reflexiones y aplicaciones muy prácticas y oportunas para el tiempo doloroso en que vivíamos, procurando sostener nuestro -espíritu en días de tantos sufrimtentos físicos y morales, hablándonos de Ja resignación crístiana y de adorar los designios de la divina Providencia. Recuerdo que en la cárcel celebramos la novena ·de la Inmaculada, con algunas oraciones preparadas por el padre Ambro– sio de tal suerte que, después de ser martirizado, conservábamos los más gratos recuerdos y unánimemente lamentábamos su desapari– ción.» ( Julio Pereda Avendaño.) «Traté al padre Ambrosto con intimidad porque, mediante algu– nas maderas que nos ·enviaron de mi casa y de casa de mi hermano Jesús, también detenido E!IIl el mísmo número o bodega, hicimos una especie de tinglado con :seis departamentos abiertos, para colocar nuestr{)s respectivos petates o dormitorios y algunos objetos de uso personal. Al tinglado, humorísticamente le pusimos el nombre de Caraba, por estar entonces en uso esta palabra en algunos cantos populares. El número uno de la Caraba lo ocupaba mi hermano Je– sús; yo, el dos; el tres, don Emilto Villegas, asesinado; el j{)ven em– pleado de la Campsa ocupaba el cuarto; el reverendo padre Am– brosio, el quinto; el sexto, un caballero cuyo nombre no recuerdo en estos momentos. Un j{)ven. aficionado al dibujo trazó unas lineas de la caraba y de los moradores de ella, pero tan mal, que a ninguno se nos puede conocer. El padre Ambrosio se confesó sacerdote y reli- 166

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