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.sacerdotales. «Terminada brillanremente su carrera eclesiástica y <Ordenado de sacerdote, fué primeramente destinado al convento de Montehano. Si como corista fué ejemplar y modelo, no lo fué menos cuando llegó al sacerdocio y empezó a ejercer el apostolado., (Padre Alberto de Azpeitia.) Así como la florecUla germina y exhaia el confortante aroma en medio de abrojos y espinas, asi las virtudes se adquieren y des– arrollan en medio de defectos i)ropios de la pobre condición humana caída. Esto, al parecer, aconteció tambtén al padTe Ambrosio, pues «.su conducta fué en todo ejemplar, si bien no pude observar virtudes extraordinarias; buen religioso, con sus imperfecciones y defectos ;anejos a la conc:Ución humana., Así enfoca al padre Ambrosio un religioso que vivió temporadas con el siervo de Dios. «Su caridad, lejos de disminuir, se acrecentó más y más. Hay un hecho en este tiempo que revela dicho aserto. Cuando la dolo– rosa gripe del afio 1918, que tantas víctimas causó en el mundo, fué Montehano uno de los conventos donde mucho se ensafió la ·enfermedad, pues hubo dos muertos, y el número de los enfermos graves pasó de veintisiete. Uno de los privilegiados a qutenes no atacó el contagio fué al •padre Ambrosio, quien aprovechó su salud robusta para ejercer la caridad con los apestados, en compafiia de dos relig.iosos ya fallecidos, padres Dionisia de Curillas (ahogado en la misión del Caroni) y Cecil1o de Lois (también muerto en dicha misión), sin temor a contraer el contagio. Alegre, sonriente siempre, lleno de amor fraterno, atendía a todos y para todos tenia una pa- 1abra de consuelo. El mismo salia en busca de medicinas, ya a Gama, ya a Santander, sin escatimar sacrificios, a fin de. que a los enfer– mos no les faltara nada de lo prescripto por el médico. Lo que revela un gran espilitu de sacrificio y su gran caridad. Y no sólo ejerció -estos actos de caridad en el convento, sino también con los de fuera, pues en esos mes-es de peste asistió en Cícero y en otros pueblos a muchos enfermos. :.De gran talento, y, por ende, aficionado al estudio, se dió de lleno al estudio de las obras de San Agustín. No había que pregun– tar dónde estaba .el padre Ambrosio. Se sabía que su lugar preferido era la celda, y que alli se le encontraría abstraído en sus estudios, y luego escribiendo. Gran predicador y gran misionero; se prepa– raba de lleno para dar mistones, en donde era incansable. Di con él alguna que otra misión; por lo que conocí que tenía alma de verdadero apóstol. Aún le recuerdan en los pueblos de Hazas, de Cesto y otras partes. En todas dejó recuerdos imborrables de bon– dad, humildad y amor. ,Del padre Ambrosio, todo el mundo que le hubiese conocido ten- 157

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