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mediante la predicación de la Palabra de Dios, brotando de su co– razón y de sus labios como fuego abrasador, ya que en él hablaba. todo y se conmovía profundamente. De ordinario no componía todo el sermón, sino que hacia una especie de amplio guión, el cual, bien. pensado y largamente meditado, le daba materia más que suficiente para predicar con orden, con fondo y con suficiente aliño en la for– ma. He visto más de cien composiciones de predicación del padre· Manila, quien, amante extremadamente de la pobreza seráfica en su persona y en cuanto usaba, para escribir los sermones se valió mu– chas veces d-e los anuncios de las fiestas o novenas fijados en las puertas de la iglesia, razón por la cual nos ha sido bastante difícil. pasarlos a la máquina. Siete años ejerció el padre Manila los ministerios apostólicos en la Provincia religiosa de Cataluña, comprobando sus sermones, fe– chados casi siempre, lo mucho que los señores párrocos le llamaban para que en sus parroquias regara la semilla del Evangelio. El año– de 1917 termina m predicación en la región catalana. IV A la Provincia de Castilla.-Guardián de Montehano, Bilbao y Salam{Lnca.-Continúa la vida apostólica.– Misión en León . Desconoc~endo los motivos que pudieron impulsarle a trasladarse de la Provincia de Cataluña a la de Castilla, es lo cierto que el 27 de abril del año 1917 lo encontramos ya agregado a la castellana e in– dudablemente guardados todos los requisitos exig.idos por las leyes de excardinación e incardinación. (Estadística oficial de la Provincia.) Durante los años 1925 a 1928 desempeñó el cargo de guard~án o Superior local en los conventos de Montehano y Bilbao, el primero de los cuales era convento de estudiantes de filosofía, y el segundo, casa de probación o noviciado. Concluido dicho trienio, fué nom– brado por otro trienio para el conV'tnto de Salamanca. ( Tablas Ca– pitulares.) Como Superior se distinguió por su amabilidad y caridad para con los religiosos súbditos, siendo con ellos espléndido, sin olvidarse de la pobreza seráfica. «En nuestro convento de Salamanca tuve alrededor de dos años de guardián al reverendo padre José María de Manila, y pude observar que era muy amante de la virtud de la pobreza ... Para los demás era generoso, sin excluir a los extraños.>>· (Fray Isidro de Villamondrtn.) 142

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