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Cataluña su Provincia, con algunos candidatos, debió hacer algo de propaganda.» (Carta del padre secretario provincial de Navarra.) Terminados los estudios filosóficos ·cursó los teológicos, durante los cuales hizo la profesión de votos solemnes el 18 de octubre de 1908. D<>s años más tarde, es decir, el 30 de noviembre de 1910, recibió la ordenación sacerdotal; con el fervor que le caracterizaba subió las gradas del altar para ofrecer a la Santísima Trinidad la sagrada Víctima, rCristo JesúS. (Estadística oficial de la Provincia.) El padre José María de Manila.. ya ministro del Señor, recibió una singularísima bendición, con la firma autógrafa del Papa San Pío X. Y dig.o que singularísíma, por la persona que la pidió, por la.s gracias que en -ella se le oto11gan durante la vida y para la hora de !a muerte. Para satiSfacer la curiosidad plausible de los lectores la transcribimos tal como fué concedida iuxta preces: <<Beatísimo pa– dre: Deseando el padre Joaquín María de Llevaneras dar un testi– monio de paternal afecto y singular benevolencia al amado hijo en Cristo padre José María de :Manila, postrado a los augustos pies de Vuestra Santidad, pide humildemente que, en medio de los su– cesos prósperos y adversos de esta triste vida y para atraer siempre sobre él la divina protección, os dignéis proporcionarle el mayor de los consuelos, rogando por él y concediéndole una especial bendi– ción para mientras viva, y otra con indulgencia plenaria para el artículo de la muerte.» El Papa concedió la gracia tal como se la había pedido, escribiendo: «<uxta preces peramanter in Domino. Pius PIP. X.» El reverendísimo padre Joaquín de Llevaneras, hermano carnal del eminentísimo Cardenal Vives y Tutó, también Capuchino, había sido Comisario y Superior de todos: los Capuchinos de España, Pro– vincial dos trienios de la de Castilla, y era Comisario del Distrito Nullíus cuando fray José María de Manila ingresó en la Orden. La solicitud de la singular bendición apostólica tiene por ello especial importancia, y creo que se pidió con motivo de su primera misa, pues ya se le llama padre en la petición. Prueba, por otra parte, el singular aprecio del padre Llevan-eras al padre Manila, ya que in– tenta «darle un testimonio de paternal afecto y singular benevo– lencia al amado hijo en Cristo»; todo lo cual induce a creer que el padre Manila se portó como óptimo religioso durante los años de su breve carrera eclesiástica. El 24 de diciembre del año 1910 le otorgaba el reverendísimo pa– dre General de la Orden oel título de predicador, llamándole alumno de la Provincia de Cataluña. (Título expedido en Roma.) Obtenida la facultad de predicar, desplegó el siervo de Dios las alas de su incontenible celo apostólico por la salvación de las almas 141

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