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-vento los milic~anos, y a todos nos hicieron subir a los camiones, y después nos nevaron al Orfanato de El Pardo. En medio de la befa del populacho, estuvimos allí un par de dias. •Recuerdo las conversaciones que surgieron entre ellos después .cte cacheamos; por ejemplo: los milicianos de Madrid querían a toda costa fusilarnos allí mismo, mientras que los de El Pardo, que fus.narnos no, que ya estaba bien el llevamos detenidos. Entonces los de Madrid decían que por lo menos habia que fusilar a alguno; y cuando eneontraban en los de El Pardo oposición, los otros les llamaban cobardes. »Durante estos días htcimos los l!'ezos con holgura y liberta!~ por– que all1 no había milicianos, y la vida se deslizó silenciosa y tran– quila dentro de la angustia natural. »Del Orfanato nos llevaron a los padres y hermanos al Cuartel de Transmisiones de El !Pardo, dejando en el Orfanato a los niños. Y al anochecer del mismo día nos trasladaron a la Dirección Gene– ral de Seguridad de Madrid. Ya en el Cuartel de Transmisiones se apoderó de nosotros la persuasión de que íbamos a moqr, y de que .aquella misma noche nos trasladarían a Madrid, porque as1 nos lo nabian anunciado, y fué cuando nos consideramos próximos a la muerte. Nos confesamos unos con otros e incluso leímos la recomen– dación del alma, y colectivamente pudimos leer los sacerdotes la Pasión según San Juan, mientras que otro de nuestros compañeros Teunió a los hermanos y les leyó un capítulo adecuado, el de la per– fecta alegría, de las Florecillas de San Francisco. Finalmente, el pa– ·dre Alejandro de Sobradillo, Superior de la Casa, nos dió a todos la -absolución general. »Con este presentimiento de muerte entramos en la Dirección Ge– neral de Seguridad, cuando nos trasladaron, y estuvimos hasta el día 25. Durante estos días ll'ecibimos el trato más indigno, porque además estábamos verdaderamente hacinados, por la muchedumbre de detenidos, con el temor de que pudiera ser asaltada la Diección General de Segundad por las tubas que nos rodeaOO.n constante– mente, llamándonos miserables, y amenazándonos con frases como estas: «Buena es la que os espera, canallas, buen ñn os aguarda.» ~n cuanto a la vida religiosa de estos días, sólo podíamos hacer lo q_ue a cada uno Dios le sug.ería en particular, porque no era posible otra cos!ll... El 25, fiesta del Apóstol Santiago, nos pusieron a todos en libertad. Cada uno buscó el asilo donde pudo.> 125

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