BCCAP000000000000138ELEC

VII Buscando rejugio.- Delicadeza del siervo de Dios.-Nom– bre supuesto.- Un registro.-A la checa del Marqués de Riscal. El padre Gregario viVió toda la tragedia arriba relatada, ya que a él le tocó, hasta el 25, la misma suerte que a sus hermanos de há– bito. Al pretender encontrar refugio le fueron cerradas varias puer– tas, a causa del temor bien fundado entonces reinante, por los re– gistros, las «Sacas:. y los asesinatos. Consta ciertamente que pasó alguna noche en un baneo público, pues él miSmo lo refirió a una persona, en cuyo domicilio permaneció algunos días. De dicha per– sona es el relato siguiente: e Recuerdo que el padre Gregario, a los primeros días del Movimiento se presentó en nuestra casa, en un estado de ag.otamiento físico lamentable. Cuando le abrimos la puerta y entró en nuestro domicilio, se desplomó en el suelo llorando. Una vez rehecho nos refirió sus aventuras. Fué detenido y llevado a la Dirección General de Seguridad, donde pasó una noche, todo el dia siguiente y la noche subsiguiente, y durante esta detención en– contró al famoso periodista, ~ambién a...<-.esinado entonces, don Ma– nuel Delgado Barreta, al que oyó en confesión. Fué puesto en liber– tad. Esta expresión, en aquellos tiempos y a aquellas horas del ama– necer, implicaba la eamioneta y el fusilamiento. Pero el padre en– contró al salir un guardia de Asalto.. persona, al parecer, de sen– timientos humanos, que le dijo: «Péguese usted a la pared, en la sombra, y no se mueva de ahí hasta que luzca el sob Así pudo es– capar de la muerte ese dia. Después anduvo vagando de un lado a otro. Nos habló de que había pasado alguna noche en un banco de un paseo público. »Un detalle de la delicadeza del padre Gregario está en esto que sucedió. Frente a nosotros tenía su domtcilio una familia muy co– nocida en los medios religiosos madrileños. Vimos cómo un dia se detuvo en la puerta una de aquellas trágicas camionetas que se lle– vaban a la muerte a nuestras gentes, cómo resonaban los gritos de terror de la familia, y cómo partió el coche, llevándose a alguno de sus miembros. La impresión producida en todos nosotros es la que se puede suponer. El padre, no menos impresionado, nos dijo que su presenc~a era un compromiso para nosotros, pues que allí había dos sacerdotes : él y mi hermano. Y entonces, para libramos de este com– promiso se marchó de casa.» 126

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz