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Alguien ha escrito que el padre Ildefonso llevaba un maletin en la mano cuando le conduelan a la Comisaría, y que al verle UD'ir mujerzuela, enfurecida, dijo: cEse lleva los tesoros del convento.> Por informes obtenidos posteriormente, me inclino a que era el pa– dre Arcángel quien llevaba maletín, ya que el padre Ildefonso ha– bía antes enviado su tesoro. es decir, los trabajos de predicación. a casa de una parienta que vivía en la misma villa; trabajos que ella más tarde destruyó por temor a los ·registros. De la Comisaría fué trasladado el padre Annellada a la Residen– cia de los padres Jesuitas, convertida por los rojos en cárcel de religiosos, sacerdotes, buenos católicos y gente honrada. Del hecho– tenemos testimonios irrecusables, como en seguida verá el lector. cAl reverendo padre Ildefonso de Armellada lo identifico (por la fotografía) plenamente y recuerdo perfectamente., (Abogado Bo– nitacio L. Somonte. ) «El reverendo padre Ildefonso de Armellada, Capuchino, era pri– mo mío, y le conocí en Gijón por los años de 1934 al 1936. Como las cosas estaban tan malas, nos dijo en cierta ocasión que fuéramos a buscar un maletín que contenía los trabajos escritos de su predi– cación; y así lo hicimos, pues la muchacha de servicio fué a buscar– los y los trajo. Después hubo que destruirlo todo por el peligro que corríamos en los registros. En los últimos días de julio del citada año fué llevado a la Residencta de los padres Jesuitas con otros– religiosos y seglares, por el Frente Popular, en calidad de detenido. Desde la Residencia-prisión nos mandó aviso, y yo fui a visitarle. Pude verle en la puerta de la Residencia; estaba en mangas de camisa, con chaleco de hombre, barba recortada y cara sonriente. Me pidió que le enviara una almohada, un cobertor y una toalla; todo se lo envié, llevándolo antes al Instituto Jovellanos para que allí lo examinaran. Al ver la toalla, me preguntaron que para quién era. Les contesté que para el padre Ildefonso. Entonces dijeron: «Que se limpie ·con la falda de la camisa.» Pero sé que se la entre– garon. También le enviaba, por medio de la sirvienta, alimentos, mas él me avisó que no se los enviara, porque estaba provisto de todo. Como es comprensible, estos servicios se los presté con peligro de mi propia vida.• (Julia Arias.) «Conocí al padre Ildefonso de Armellada, Capuchino, primero en el convento de Gijón y después en la Residencia de los padres Je– suitas, convertida en cárcel. El motivo de ver al padre Ildefonsa fué que una sobrina suya, en cuya casa estaba yo, fué a llevarle ropa, porque estaba lleno de miseria. También le llevaba alimentos, hasta que él me dijo un día que no le llevara más, porque no los necesitaba. El padre Ildefonso estaba con hábito los primeros días; 11!

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