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que se le nombró vicario y consejero del convento de Vigo. Cumplid() qu~ hubo el tiempo prescripto por las leyes, se le ag.regó a la familia. religiosa del convento de Gijón, en calidad de predicador y sin nin– gún cargo, viendo así colmados los deseos de no desempeñar prela– cías. (Estadística oficial de la Rrovin,cia.) e El padre Ildefonso de Armellada nos pr~dicó a los estudiantes ordenando.& los santos ejercicios cuando iba yo a recibir el diacona– do, poniendo en sus pláticas ,g.ran interés por orientarnos y enfervo– rizamos. Al día siguiente de mi ordenación fui a oficiar de diácon() a un convento de religiosas Agustinas. En la misa solemne predicó el pad·re Ildefonso. Después de la misa asistimos a una sencilla re– facción, acompañados de varios sacerdotes y de un padre Agustino_ Durante el pequeño ágape se le dijo al padre Ildefonso que no vol– viera al convento de Gijón, porque le iban a matar. El respondió: «NO me importa; yo ~ngo vocación de mártir.» (Padre Olegario de Cituentes.) Nótese que el padre Armellada hablaba cuando ya ha– bían ocurrido los gravísimos sucesos de Asturias y se aproximaba la persecución general en toda la parte de España dominada por los rojos. V Con sus hermanos en la persecución.-Conducido a la Comisaria.-En la Residencia-cárcel de los padres Je– suítas.-A la parroquia-cárcel de S~n José. El padre Armellada no siguió el consejo humanamente sabio de quedarse en León como lugar menos peligroso que Asturias, demos– trado ya por las muchas revueltas, y comprobado más tarde, al des– encadenarse la persecución general en los predios comunistas¡; antes bien, quiSo correr la suerte de sus hermanos y con ellos andar la vía dolorosa del calvario, marchando a Gijón, llenados los com– promisos de apostolado. Como los otros religiosos de la comunidad, presenció la toma del convento por la Guardia Civil, el abandono en que ésta los dejó an– tes de las veinticuatro horas, el asalto de las turbas con bombas de mano y con otras armas destructoras y contundentes, la zozobra propia y la de los demás en tan aciagos momentos; él fué uno de los que gritaron cSomos gent~ de paz» cuando todos se encontra– ban aterrados en el sótano de la casa. bajo el fuego destructor de los asaltantes. Y, al fin, detenido y llevado preso a la Comisaria con los siervos de Dios padres Berardo, Arcángel y con el hermano fray Eusebio. (Padre Manuel de Hontoria.) 110

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