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pidieron más dinero, y como no teníamos, nos registraron hasta rom– per el bolsillo. , parece que al padre Fernando le conocian o les jnformaron que era sacerdote, porque la furia y los !nsultos eran para él. Se notaba que los milicianos estaban contentos, aunque aparentaban estar de mal genio. Al padre le hacían muchas preguntas, y contestaba con serenidad y sin miedo. Yo creo que el padre pronto se dió cuenta que a él le buscaban para matarle. A mi me llevaron a una habitación inmediata y poniéndome el revólver en el pecho, me preguntaban por el Superior y por el dinero; pero como no sacaban nada, me llevaron otra vez donde el padre. :.-¿Qué te decían a ti en el confesonario? (garita decían ellos). ,_yo no puedo decirlo, porque eso es secreto de confesión. )-Jesucristo fué socialista y andaba descalzo. Quítate las alpar- gatas. El padre se agachaba para quitárselas, y me parece que le dieron un empujón y le decían: «Eso quisieras tú». :.-Y tú, muchacho, ¿qué hacias con los frailes?-le preguntaron. al postulante. , _ yo estaba de refitolero. , _y ¿qué es eso? , Y se marchaban. Mientras tanto, otros milicianos y guardias insultaban a los de la casa y se llevaron la caja de caudales de la señora., X El siervo de Dios detenido.-A lacas~ número 6 del Paseo del Prado.-A la checa de Bellas Artes.-Martirizado.– Su. cadáver y la foto del mismo.-Exhu.mación y defini– tiva inhu.mación.-Gracias atribuidas al siervo de Dios. El proceso de beatificación. Maltratados de palabra y de obra los religiosos, insultada la se– ñora y sirvientas de la casa, consumado el latrocinio por aquellos ladrones vulgares y asesinos de oficio, bajaron a los tres religiosos, ya detenidos, a una habitación de la portería del edificio. v amos a dejar nuevamente a fray Roberto que nos relate los diversos actos que terminaron con la trágica muerte del siervo de Dios. «Nos bajaron a los tres a una habitación de la portería, y alli estaban reunidas unas diez personas, entre ellas, un teniente coronel de Caballería. Después de un buen rato nos hicieron subir a un co– che. Los que paseaban por la calle, al vernos subir al coche, nos mi- 99

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