BCCAP000000000000138ELEC

pes para llamarnos a nuestro interior y hacernos ver lo poco que vale todo aquello que ha de perecer con el tiempo. ¿Qué le aprovecha a nuestro pobre padre la huerta por la que tanto se afanaba y Loma– rrucedo que tantas fatigas le costaba, y las riquezas que con tantos afanes pudo reunir? En cambio, ¿de cuánto le servirán las visitas a los ·pobres y las obras de caridad y piedad? No le aprovecharán de nada los paseos y amistades y comodidades de la vida; pero las ac– ciones virtuosas le granjearán unas riquezas que no perderá jamás. No quiero decir con esto que renunctéis a todo y os hagáis religiosos. Líbreme Dios de querer atraer a la Religión a quien Dios no llama. Pero aún sin renunciar a todo, podéis, acaso debéis, llevar vida más cristiana que la que hasta ahora traíais. ¿Acaso estabais un poco di– sipados y pensabais más en las comodidades, placeres y bagatelas del mundq que en el grande y eterno negocio? Preguntaos a vosotros mismos en la soledad de vuestra conciencia, y en ella hallaréis clara la respuesta. Estas desgracias son como el rayo; como él destruyen y antquilan; pero también como él rasgan las tinieblas de la noche iluminando el espíritu, y al resplandor de esas luces celestiales, el que quiere ver, lee en lo más hondo de su conciencia las inspiracio– nes de Dios. ¡Quién me diera tener espíritu y elocuencia para aficio– naros más a las cosas del espíritu, para inspiraros amor a esa vida virtuosa que, después de prodtg.ar a nuestra alma celestiales dulzuras en esta vida, nos da otro paraíso en el Cielo! Si queréis ser felices, aficionáos más y más a la virtud, con lo cual pasa lo cotrario que con los placeres de los sentidos. Estos, cuando uno está satisfecho, causa,n hastío; aquéllos, al contrario, no los apetece el que no los tiene, y el que ha tenido la dicha de probarlos no se hastía jamás de ellos; siente más hambre de perfección santa, y tiende siempre a subir cada vez más.» (Cart(L de 4 de octubre de 1903.) VIII Ante el espectro de l a: República.-Firmeza en el peligro. Sin claudicar ante el deber El padre Fernando cumplió el año 1931 con el doble deber de con– ciencia y de patriotismo, lo mismo cuando se decidió la caida de la Monarquía que cuando tuVieron lugar las elecciones para las Cortes Constituyentes, consignando, como es lógico, su voto a favor de quienes habían de defender los principios morales y la Religión Ca– tólica. Recuerdo a este propósito que alguien había insinuado que los religiosos deberíamos abstenernos de votar para no exacerbar el 94

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz