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«Como de.talle de religiosidad, respecto del padre Fernando, puedo ,dar el siguiente: En su dedo llevaba como un ani.llo muy disimulado en el que aparecía un recuerdo constante de la presencia de Dios y del amor a Jesucri .s.to . Para que no se le notara, solía él llevar la mano cerrada, pero los que lo sabíamos nos percatábamos de que, de cuando en cuando, ponía los ojos en la mano o simplemente ~on el tacto percibía la presencia de ese recuerdo.» «En ci·erta ocasión tuvo que hacer una corrección por escqto a un estudiante religioso, por orden del padre Provincial. El siervo de Dios me envió a mí la carta, con el encargo de que se la leyera al interesado, antes de entregársela, para que así pudiera ser más atenuada la corrección. Desde luego, no podía hacerse mejor. Si en ella había exprestones duras, amenazadoras, se cuidó mucho de que no parecieran como palabras suyas, y lo que hacía era copiar al _pie de la letra de nuestra legislación regular. Lo que él añadía como _propio suyo, eran palabras de amabilidad, de caridad, persuasión, · como dictadas .por un corazón de padre.» «Desde el año 1928 hasta el 1931 desempeñó los cargos de Vicario y Director de la Archicofradía de Nuestro ·Padre Jesús, tiempo en que se dedicó también más al confesonario, porque no desempeñaba entonces el cargo de Secretario Provincial. Como Director de la Ar– chicofradía se distinguió por su celo, •prudencia y paciencia, espe– cialmente en las prolongadas, interminables y muchas veces 3/Calo– radas reuniones de la Junta Directiva.» (Padre Lorenzo de Quinta– nilla.) El padre Fernando que supo armonizar admirablemente el amor de Dios, la vida religiosa, intensamente vivida y el caval cumpli– miento de todos sus deberes, amó entrañablemente a sus seres que– ridos. Amor sublime rezuman las quinientas veintitantas cartas y buen número de postales escritas a sus padres, a sus hermanos y a sus hermanos políticos. Pero, sobre el cariño natural flota el amor elevado y sobrenatural que le ·eleva a dar a los seres queridos los consejos más orientadores en orden a la piedad que deben llevar y a la vida eterna que deben esforzarse por conseguir. Sólo quiero co– piar unas líneas dirigidas a sus hermanos después de la muerte del padre, 'Porque me haría interminable: «Estáis, hermanos, en unos momentos críticos de vuestra vida, en una de las ocasiones más opor– tunas para oír la voz de Dios: ¡Qué El os ilumine! Las desgracias, miradas con los ojos de la fe, no son desgracias, sino grandes l:>ene– ficios, de los cuale.s debé1s dar gracias a Dios y a:provecharos: todo lo posible. Dios con ellas nos hiere y despedaza el corazón: también el médico martiriza y mutila al pobre enfermo, pero es para sal– varle la vida. Ninguna cosa más a propósito que estos terribles gol- 93

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