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ANUARIO MISIO:-IAI. 101 Con mis libertadores d!a y ya a la caída de la tarde hicimos alto en Tsen•hao·tsuang, lu– gar que a mí se me antojaba un tanto sospechoso y bermejeante, aunque mis acompailantes no creían tal. Pensando en ellos y en los riesgos que podían correr durante la noche les recomendé que aguaitasen y estuviesen ojo alerta. El teniente me prometió que asi lo harian; y al efecto proveyó a los centinelas de abundantes cigarrillos. Pero aquellos cigarrillos debían de tener opio, porque los fumadores acabaron por dormirse profundamente. Solo yo pasé toda la noche en vela junto al fuego, escuchando el concierto de ronquidos y resoplidos de mis vigilantes. Aprovechando la luz de la luna nos pusimos en marcha antes de amanecer el día 8. Solamente el teniente y el ex-cautivo íbamos caballeros en sendas bestias. Habríamos andado como unos tres ki- • lómetros cuando al lado de una gran pagoda vimos que ardía una hoguera. El teniente se apeó y dispuso su columna militar en cu– clillas al borde del camino. También yo me abracé a la madre tíe· rra. Et teniente me dijo en voz baja que en aquella pagoda y junto al fuego había soldados regulares o una cuadrilla de bandidos. Es· tuvimos un buen rato mirándolos. Por fin el joven teniente, resuel· to y valeroso hasta la temeridad, para salir pronto de dudas envió a la pagoda a sus pesquisidores, los cuales fueron recibidos a tiro limpio por los moradores de la misma. Al ruido de los disparos los

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