BCCAP000000000000125ELEC

100 ANUARIO MISIONAL es Tsang·li-ming. Doblando el espinazo cuanto me lo permilla mi actual molimiento quise darle las gracia5, Pero él ni, me consintió llevar adelante mi intento. El y los suyos, dijo, no hablan hecho más que cumplir con su deber, y la satisfacción que por ello sentían en sus conciencias era bastante recompensa a sus afanes. Me mi– dió cun su mirada atenta de la cabeza a los pies; y viéndome tan harapiento, sucio y astroso, lleno de repugnantes parásitos y hecho un retablo de miseria, me dijo: •Padre Misionero; esos harapos. esos animalitos, esas sogas y ese miserable calzado, te honran no poco y te hermosean sobremanera; son gajes de tu oficio, emolu– mentos anejos al dificultoso y noble ministerio que desempeñas.• Me conocla de vista por haberse encontrado conmigo cuatro me: ses antes en Yegnanfu. Aunque sabia que con ello ofendía su reco– nocida modestia le prometí ponerme al habla con su general de di– visión el Gélebre Txin, confidente e Intimo amigo del P. Francisco lntxaurbe, el tu autem y el fac totum en Yu-lin-fu. Yo no quedaba tranquilo sin manifestar a gritos y por todas partes mi reconoci· miento a los regulares de Yegnanfu. 86.-Mi vuelta a casa. El distinguido coronel me hizo sentar sobre su Kang y medió de comer. Conversamos largo rato sobre los acontecimientos del día y sobre la expansión del Comunismo en China y en el resto del mundo. Tsang·li·ming es hombre leido y sabe lo que pasa más allá de la Gran Muralla. Me aseguró que en maneru alguna permi· tiria que volviese yo solo a mi residencia misional. Por el momento lo más seguro y prático le parecla conducirme a Yegnanfu. Pero en fin, durante la noche consultarla con la almohada. Y con esto nos retiramos a descansar. A la mañana siguiente (7 de enero) me llamó de nuevo para comunicarme los propósitos o conclusiones prácticas a que había llegado en su meditación nocturna. Me dijo que ya esta– ban preparados 35 soldados para escoltarme hasta King-yang; que estos soldados aunque pocos en número, por lo aguerridos y bien tquipados estaban eo condiciones de batirse con ur¡ grupo de 200 rojos, y que una compailla nos seguirla y observarla hasta que pa· sáramos los lugares de más oeligro. Con la emoción que se adivi– na, me despedí del coronel y de sus bravos muchachos, y montado sobre un hermoso caballo blanco y acompañado de la t:scolta ante· dicha mandada por un teniente, emprendí el camino de regreso a mi residencia. Por donde quiera que pasaba, las gentes sallan a ver– me y me aclamaban como si fuera un gran conquistador y no un po– bre fraile reconquistado. Caminamos sin novedad durante todo el

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz