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por un santo. El mis– mo teniente Sing Tsao, admirado de la mudanza que en mi observaba, me decla. eYa no eres el mismo de antes; iracundo, desobediente, sober· bio; al contrario, te muestras sosegado, complaciente, sumi– so, dócil. No hay fal· tes graves ni leves que castigar en tí.• Sing Tsao p:irece ha ber tratado muchocon misioneros e:r.tranje· ros, a varios de los cuales conoce perso– nalmente y no es del todo profano en sus enseílanzas. Era el que mejor me com- ANUARIO MISIO:'\AL 57 Acarreando 1gu1. prendía. Adivinando mi voluntad me mandaba traer agua, y yo la traía; me mandaba trabajar en el molino, y allá iba más a gusto que los colegiales al recreo. 49-Trabajando en el molino En Kansu, al menos en la parte que yo conozco, hay pocos mo· linos de agua y ninguno de viento; la mayor parte son movidos a mano o a tracción animal. Apenas hay familia por modesta que sea que no tenga su animal molinero; solamente las muy pobres tienen que valerse de sus manos. Durante nuestra permanencia en Ping-t' ing-tsuang los cautivos cambiábamos de domicilio cada dos dlas, cuando no cada día; y casi siempre de noche. En los lugares donde nos alojábamos no siempre habla animal disponible para la molien– da, y entonces éramos los piaot~e los encargados de mover la pe– sada rueda, elaborando la harina que consum!a la comunidad. Anti– cipándome a las indicaciones de los superiores me ofrecía repetida– mente a esta labor, conceptuada por vil entre gentes hidalgas aun cuando se vean en el cautiverio. •Dejadme a mi esta provechosa

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