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158 ANUARIO MISIONAL te el Capltulo General, con el Provincial de Renano· We.stfalía, quien se mostró sumamente complacido ante la idea de que PP. de nuestra Provincia fuesen a mezclar sus sudores y tra· bajos con sus misioneros del Kansu Oriental e11 China, único Vlcariato a cargo de nuestra Orden en aquella inmensa repú– blica: la brillantísima historia misionera franciscana de aquel pai.s desde el sigfo trece: el celo apostólico de Fr. Juan de Monte Corvi110, recompensado por el Papa Clemente V con la erección del Arzobispo de Pekín, nombrándole primer metro· politano de la ciudad y enviándole otros siete religiosos con– sagrados Obispos: los doce Vicaria/os que actualmente sos– tiene la Orden Seráfica en aquellos remotos paises, hacen que nuestra numerosa Provincia no pueda mostrarse indiferente ante el esfuerzo titánico que desarrollan todos los católicos del mande y principalmente las Ordenes Religiosas, alentadas y enardecidas por la misma Iglesia, por inclinar del lado del Evangelio y del Romano Pontífice tan importante porción del genero humano. Los PP. de Renano-Westfalia se comprome– ten a recibir a los nuestros con entusiasmo y cariño de Hnos .: a iniciarles en el idioma y práctica de aquel singular aposto· lado: a ayudarles en todo: a ir colocando juntos, a los ya con– venientemente preparados, en una parte ae aquel extenso Vi· cariato: y, llegado el tiempo ooortwzo, a solicitar la constitu– ción, en Vicariato apostólico independiente, del territorio ocu· pado por nuestros PP. entregándolo generosamente a nuestra Provincia. El P. General alaba con entusiasmo el proyecto: la S. Congregación no tiene más vehemente deseo que el de ver· nos cooperar, con todas nuestras fuerzas, a esa grandiosa obra de la evangelización de la C!iina. El 10 de Agosto próximo parte para elKansu Oriental una expedición de PP. Alemanes, quienes tienen perfectamente or· ganizado el desembarco en Shanghai y el viaje, en caravana numerosa, a través de aquel extenso territorio, todavía en la infancia de la civilización, durante quince días al menos, an· tes de llegar a la tierra prometida de su apostolado. Hubiera deseado que nuestros primeros misioneros para la China se juntaran a dicha expedición, porque la organización de otra semejante por nosotros mismos, dada la escasez de medios y la completa ignorancia en que actualme11te 11os e11· co11tramos de aquel mundo nuevo y desconocido para noso· tros, habrfa de ser un salto en el vaclo: pero va a ser moral· mente imposible, según creo.

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