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Ornare nos obsequia con chucula de plátano y nos enseña las cer– batanas cortas, hechura de sus manos, mientras nos cuenta, con verda– dera ilusión de joven, que ella misma caza los pájaros para la alimen– tación de Nampahuoe. Entre tanto Tigantai se ha adueñado de la cocina y prepara arroz para todos. Al recibir su taza de arroz, Ornare entona con toda natura– lidad una de sus recitaciones, que suena a salmo de acción de gracias a Huinuni. Nampahuoe come con apetito y a gusto el plato de arroz, y se acuesta, doliéndose un poco por el gran esfuerzo hecho en esta ma– ñana. Antes de despedirnos Ornare nos regala una olla grande de barro, que la paciencia y solicitud de Wilfrido conseguirá hacer llegar hasta Pompeya, para formar parte de nuestro museo de Cicame. Un gran salto adelante en la promoción. En alguna de nuestras crónicas anteriores manifestamos nuestra extrañeza al constatar que un pueblo amazónico como el Huaorani no tuviera conocimientos de movilización fluvial. Con todo, habíamos descubierto capacidades e interés innato en el Huao para convertirse en navegante, o, mejor dicho, capacidades de recobrar un pasado his– tórico, olvidado por el imperativo de fuerzas hostiles, de las que tuvie– ron que defenderse alejándose de los ríos e internándose en Ja selva inaccesible. Se había iniciado su promoción en este sentido con la entrega por parte de la Misión de una pequefta quilla, la "Chinda", y unos remos. Los Huaorani reaccionaron construyendo unas rósticas embarcacio– nes, semejantes a la entregada. Era necesario ayudarles a dar un gran salto adelante, para lo cual les proporcionamos unas azuelas, marca "Bellota", y por otra parte, nos propusimos labrar en este viaje unas quillas, contando con la presencia y la colaboración de Jos mismos Huaoraní. Efectivamente, el día 21, por la mañana, se tumbó el primer árbol de cedro; pero resultó hueco e inservible. Regresando a casa, hacia el me– diodía, Araba nos mostró otro cedro que él ya tenía visto en las cercanías de su propia casa. Esa misma tarde, poco antes de la llegada del P. Ma– nuel y de las Hermanas, fue tumbado con la ayuda de la motosierra. El día 22 Mariano, Wilfrido y Marcelino iniciaron los trabajos, con– tinuando al día siguiente Marcelino y el P. Enrique. 163

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