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La entrega de las escopetas coincidió con el anuncio de la proximi– dad de una manada de jabalíes. Ompura, Inihua, Araba y Agnaento desaparecieron veloces por la selva, seguidos de Mariano que quería participar en una cacería de los Huaorani. A pesar de que el anuncio había llegado con bastante retardo, los cazadores cayeron por sorpre– sa sobre Jos rezagados de Ja manada, cobrando tres huanganas. Así tu– vimos carne fresca para celebrar nuestro encuentro. Narnpahuoe y Ornare. El dfa 23, miércoles, nos dirigimos al río Cahuimeno en canoa, pa– ra luego adentramos por la selva hasta la casa de Nampahuoe. Nuestro viaje reviste caracteres de verdadera peregrinación para ver a estos profetas del antiguo testamento Huaorani que, como Si– meón y Ana, están próximos a cantar el "Nunc dimittis" con una en– trega de su pueblo a Cristo, Alfa y Omega de su historia. Todo se nos hace fácil. Por sectores desconocidos van abriendo tro– cha los jóvenes Huaorani; después dejan la dirección a la Hermana TI– gantai, quien descalza pero siempre animosa nos conduce hasta la ca– sa de Nampahuoe. Al filo del mediodía estamos anunciando a grandes voces nuestra llegada: - ¡Buto pomopa! ¿Hua quelmimini.. ? - Hua quehuimopa -nos dice sonriente y emocionado Nampahuoe desde el patio de su casa-. Con la ayuda de Ornare, su esposa, el ancia– no ha salido gateando para darnos la bienvenida. Nuestro gozo y nuestra emoción son indescriptibles. Tras los saludos de bienvenida, el P. Doctor examina minuciosa– mente a Nampahuoe y comprueba un estado general de salud sin complicaciones, pero tiene una atrofia muscular crónica que le impide movilizarse. Por otra parte, comprobamos que Nampahuoe está mara– villosa y solícitamente atendido por su anciana esposa Ornare y por el grupo familiar. Igualmente constatamos que está muy bien surtido de toda clase de alimentos de su medio. Como primer impulso de nuestros corazones, hablamos de posibi– lidades de organizar algún viaje para proporcionar al postrado y vene– rable Nampahuoe alguna mejor atención médica en el Hospital de Nuevo Rocafuerte, pero por el momento desechamos la idea, conven– cidos de que donde mejor está es en su propia casa y que, en todo ca– so, se puede esperar al regreso de los jóvenes Araba y Agnaento de su viaje a Rocafuerte. 162

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