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A las seis y treinta de la tarde estamos en el puerto, solitario, de Nuevo Rocafuerte. "¡Te damos gracias, Señor, de todo corazón! ¡Te da– mos gracias, Señor, cantamos para Ti!". ¡Animo, ánimo! La Hermana Laura, de las Terciarias Capuchinas, nos sorprende con la noticia de la muerte del Papa Pablo Vl. Mi imaginación vuela a Roma para entremezclarse con los Obispos ecuatorianos que han sido recibidos en una audiencia especial, en el mes de diciembre de 1965, y escucha sus palabras, envueltas en una alentadora sonrisa: - ¡Animo, ánimo...! Estas palabras, que me dijo refiriéndose a nuestro trabajo, incipiente por aquellos años entre los Huaorani, cobraron hoy nueva significación. Reflexiones para un diálogo entre los misioneros. Situación del grupo Huaorani. Aparentemente normal y pacífico. Con todo, no deja de extrañar la actitud de Ompura. En este viaje la familia Cai ha sido nuestra mejor ayuda y seguridad. La situación de su nueva casa ayudará grande– mente para futuros contactos. Distribución de obsequios. Tienden a respetar lo que está concreta y nominalmente destinado para alguien. No ocurre así con Jo que se lleva en montón por facilidad de transporte y con la esperanza de poder distribuirlo: se lo arrebatan todo y se lo reparten corno se les antoja, o se quedan con todo. Así me pasó con dos docenas de pantalonetas que llevaba para repartir entre todos, con las pastas dentífricas, con los collares (de éstos sólo me de– jaron dos para mi madre Pahua), etc. Todas estas cosas se las apropió la familia Cai, que nos sorprendió sin hacer la debida repartición. En cambio respetaron las ollas, el arroz y el azúcar, para que se fuese re– partiendo a cada familia. ¡Suceden cosas, no como queremos, sino como deben ser! Las Hermanas Terciarias Capuchinas me obsequiaron una tarta pa– ra el viaje; se me olvidó en casa. Pero la exquisita delicadeza del P. Ge– rardo nos la guardó intacta, y así le sacamos mayor gusto a nuestro regreso. 102

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