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tites y docenas de personas mueren tooos los días silenciosamente de hambre. En Africa, en la I ndia y en América Latina se ha desarrolla– do una enfermedad entre los niños que les atrofia y vuelve triste la n\Írada e inflama el vientre hasta extinguir su vida, enfermedad cuyo verdadero nombre es hambre y es– casez de proteínas. Se dan casos de padres que han eloquecido por no poder dar ae comer a sus hijos. Y otros que, en su delirio, clama– ban : "Me muero porque mueren mis hijos de hambre. " Los casos de suicidio por escapar del hambre son frecuentes. Una conocida escritora de nuestros días anota en su diario el caso de una señora que se suici– dó con sus tres hijos porque lucha– ban con demasiadas dificultades para vivir. Cuá ntos hombres hay a quienes ja n1ás les ha can1biClo la suerte de s.1.borear un plato caliente hasta la saciedad. Y cuántos que van pasan– do a la existencia con el estómago vaclo o lleno de alimentos sin va– lor, con la cabeza débil por falta de sangre vigorosa, con unos ojos que ven el mundo amarillento color de hambre. Causas de hambre mundial. No ciertamente la falta global de ali– mentos suficientes para la humani– dad, sino la distribución desigual, la explotación excesiva de la natu– raleza por el hombre en ciertos ca– sos y, sobre todo, la explotación del hombre por el hombre. Se llega en ocasiones a Clestruir parte de los productos del campo y del mar para impedir la baja de esos productos... 12 Y mientras tanto, millares de per– sonas que mueren por carecer de ellos.. . ¿No es un crin1en que cla~a al ciclo? ¿Y no lo es que se gasten en los Estados U nidos cuorcnta mi– llones de dólares en píldoras contra la obesidad, lo que supone por lo menos el triple de esta suma en ex– ceso de alimentación? ¿Qué diría– mos oe un pueblecito de 120 habi– tantes en el que 40 comen más de lo que conviene, mientras los 80 restantes se mueren de hambre... ? Pues ése es el caso de los Estados Unidos y el de algunos otros Esta– dos que pudiéramos mencionar. ¡ Qué lejos están las mismas na– ciones cristianas, que se jactan de humanitarias y defensoras de los oprimidos, de practicar el mandato de Cristo : "Tuve hambre y ll)e disteis de comer... " "Dad lo super~ fluo a los pobres" l Consciente la Iglesia oe este des– orden, no contenta con protestar contra el mismo, se adelanta a d;u ejemplo en sí misma, declarándose primero " Iglesia de los pobres" r despojándose luego de toda muestra de ostentación y de riqueza. Sabido es que en el pasado Con– cilio Vaticano II, 10 Cardenales y 600 Obispos lanzaron un SOS alar– mante en pro de la porción más preciada del Divino Maestro. To– dos ellos firmaron su famoso pacto de las Catacumbas, por el que se comprometieron : "A vivir según el nlodo ordina– rio ele nuestra población en lo con– cerniente a la habitación, al alimen– to, los medios de locomoción y todo lo que con esto va unido.

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