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Los Capuchinos en la Península Ibérica za, sencillez y rusticidad. No podemos entrar en el problema general del arte tridentino y de la contrareforma, ni en la exis­ tencia de un arte jesuítico, tampoco en las constantes del ba­ rroco que pertenecen a toda el área europea; puede ser que es­ te arte no crease una nueva iconografía y una nueva temática artística, aunque incidió en profundidad por su concepción de la vida y de la religión. La humilde reforma capuchina vi­ vió bien lejana de manifestaciones suntuarias. No obstante, plasmó unas iglesias con fisonomía propia, mirando más a la creación del ambiente religioso que a los elementos ornamen­ tales. Así llegaron a una síntesis bien difícil, la de ofrecer a los fieles iglesias pobrísimas y limpísimas, muy aptas para la vivencia religiosa. 2 . - El convento capuchino y sus dependencias 892. Todo el complejo formaba un cuadrilátero, más o menos perfecto. Conocemos ya uno de los lados; el formado por la iglesia. Este condicionaría los otros tres cuerpos de edi­ ficio: el anterior, a la altura de la entrada de la iglesia, donde iría colocada la puerta del convento y diversas dependencias dd mismo. El posterior, que uniría la vivienda de los religio­ sos con el coro y la sacristía; el de frente, que contendría los lugares más funcionales de la familia religiosa: el refectorio, la cocina y dependencias, y el piso superior con las celdas, llamativas por su pequenez. En la provincia de Cataluña, las encontramos de 2,36 por 2,30 metros con un corredor o claus­ tro de 1,50 metros. En la de Navarra, vemos todavía celdas de 2,60 por 2,45 con ventana de 0,70 por 0,45 y pasillo de 1,20 metros. 893. Elemento identificable resultaba también el pequeño claustro que recorría todo el cuadrilátero, sin ninguna clase de ostentación, sino compuesto de unos soportes, casi siempre de madera, para sostener un humilde tejadillo que abrigase a los religiosos de la intemperie. Desde el claustro se pasaba a un sencillo patio, en cuyo centro se erguía el brocal del pozo, del que se surtía el convento, cuando no poseían fuente de agua potable propia. 434

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