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N su monumental historia de la Orden Capuchina, el P. Melchor de Pobladura, escribe que el período que abar­ ca del 1619 al 1761 debe ser considerado como la edad de oro de la misma. El término a qao y el término ad quem, no se han escogido por casualidad: en 1619 la Orden alcanza su plena autonomía y, en 1761, toca techo en cuanto al número, con 34.029 religiosos que forman sus filas. Naturalmente que no son estos los únicos motivos, ni hay que insistir tampoco excesivamente sobre lo emblemático de edad de oro. Pero hay que poner de relieve que, relativamente y en un momento crucial que de alguna manera está en el centro de dicho período, disponemos de una serie de documentos de excepcional valor que recogen los nombres de todos los frailes, el momento de la fundación, la estructura y la función de los conventos donde habitan, las relaciones de distinto tipo que mantienen con las comunidades civiles y la Iglesia local. En 1650 había en Italia 835 conventos (en toda la Orden había 1.456) en los que vivían 10.992 frailes, mientras que los capuchinos eran, en todo el mundo, 21.718. El 17 de diciembre de 1650, Inocencio X, con la bula Inter coetera, ordenaba hacer un censo de las personas y de los bienes de cada una e

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