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STAS páginas son tan sólo la evocación de nuestra más reciente historia capuchina en Andalucía. Tras la desamortización de Mendizábal en 1835, las Ordenes religiosas en España sufrieron los más diversos avatares. La exclaustración y el exilio sería el camino obligado para muchos religiosos, constreñidos por las circunstancias políticas a abandonar sus conventos y su patria. En el pirineo vasco-francés, se había erigido el convento de Bayona en 1856 precisamente para hospedar a los capuchinos que huían de España. Este con­ vento se había constituido, además, en casa de noviciado para los postulantes incluso españoles. Era una verdadera joya de la observancia regular y de auténtica austeridad capuchina, tal y como lo llegó a definir el Ministro Ge­ neral de entonces, P. Salvador de Ozieri, la perla de la Orden. Se trataba de una comunidad, digna de la mejor tradición capuchina. Para comprender mejor el espíritu de Bayona, hay cjue recordar que en aquellos tiempos, difíciles para la Iglesia y no dichosos para la observancia en los Institutos de Perfección, el Papa Pío IX, deseoso de verlos florecer, por su utilidad para la Iglesia y la Sociedad, pedía a los Superiores Generales en una Encíclica del 17 de junio de 1847, se adoptasen medidas eficaces para promo­ ver la disciplina regular y la observancia de las Santas Leyes. O

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