BCCCAP00000000000000000000141

1“ CENTENARIO DELA RESTAURACIÓN DE LA PROVINCIA CAPUCHINA DE ANDALUCÍA (1898-1999) La voz de que las puntas ardían señaló el momento de más intenso pánico. De haber habido un tranquilo sabedor de que solamente pre­ tendían echamos, se hubiera podido morir de risa viéndonos correr a cincuenta por hora. El padre guardián salvó el Sacramento, en el viril, y en el copón, que pidió y obtuvo para su consuelo el P. Francisco de Sevilla, que ya se daba por segura la palma del martirio. Todavía recueido a este padre casi llevado a la rastra por un sobrino suyo, con tan mal tipo a pesar de su equipo completo, que dejé un rato el miedo para reírme otro. Dos eran los caminos de escape. El más seguro del cementerio por llevar a las tapias de la huerta que daban a las primeras casas del pueblo, pero el más difícil en su tramo final, a la cuenta de tener que saltar la tapia a cuerpo limpio, por lo que solo los estudiantes tiramos por él; y el más incierto pero más cómodo de la puerta llamada del bosque, que fu e el escogido por los padres y hermanos de más edad. Por allí salió el buen P. Francisco con su viático, pasando a la huerta del Jopito, lindante con la nuestra, y ocultándose sin más permiso en el pajar. El dueño que vio aquel bulto anónimo deslizarse como una sombra, acudió para saber lo que fuera, y empujaba la puerta sostenida por el sobrino del padre, mientras éste comulgaba a puñados en una horrible angustia, al dar por seguro de que eran los masones sanluqueños que buscaban el Sacramento para profanarlo. Sudores y bascas le costaron después al que tuvo que purificar el copón. Los que escapamos por el camino del cementerio vinimos a dar con nuestros pobres huesos en la casa de D 3. Dolores Reina, mujer del famoso torero El Gordito, que se portó como una gran señora. A l pasar la turba por su puerta, sospechando que por sus tapias pudiéramos huir, salió a la puerta del corral, y todavía me parece verla, cruzadas las manos en un gesto de angustia cuando nos veía aparecer por la tapia echar la maleta los pocos que la salvamos, tiramos en un absoluto desprecio de sus cuatro metros largos, y can naturalmente hechos un lío.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz