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FR. PEDRO DE ARIÑO El Hermano Fr. Pedro llevó en la religión una vida tam santa como el que más de los varones ilustres y piadosos, de ella. En primer lugar era amantísimo de la oración, como lo- prueba el hecho de que después de maitines de media no­ che no volvía a acostarse, sino que pasaba todo ese tiempo hasta la mañana en ese santo ejercicio, haciendo lar'gas y fervorosas preces al Señor a lin de encontrar la quietud y tran­ quilidad que apetecía su alma, descansando en el seno de Je­ sucristo Señor Nuestro. Y para que tan frecuente oración no- le Xuera impedimento para cumplir los trabajos manuales a que están obligados ios Hermanos, pasaba casi todo el día. en el cultivo del huerto y por más que este oficio sea muy pesado y molesto principalmente en tiempo del estío por el. mucho calor y sudor que excita extraordinariamente el ham­ bre y de un modo especial la sed, era con todo abstinentísimo en el comer y beber, queriendo más aumentar y vigorizar las fuerzas del espíritu con la privación de la comida y bebida que robustecer su cuerpo con el mucho comer y beber. Y co­ mo prefer-'ia sentir hambre y necesidad y castigar de esta manera su cuerpo, cuando se veía obligado a tomar alimento lo hacia comiendo los manjares más viles, insípidos al pala­ dar y poco nutritivos para soportar tanto trabajo. El voto de obediencia lo guardó con tanta perfección, que1 no sólo estaba siempre preparado a obedecer a su prelado* sino también a sus iguales, cumpliendo su mandato con fi­ delidad y con afecto tal, que todo cuanto le era mandado, aunque fuera trabajoso y difícil, lo ejecutaba sin tardanza. La piedad y compasión con los pobres y menesterosos, — 216 —

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