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tentó con tener para su uso pocas cosas, sino que se abstenía de todas las que 110 aconsejaba o la necesidad o la honestidad de la religión. Se había propuesto no tener cosa alguna sino a Cristo crucificado y todss sus delicias consistían en imitar la altísima pobreza del Salvador. Era tal la parsimonia ¡y moderación en el uso de las cosas aun necesarias, como en el vestido, que el primer hábito que vistió, lo llevó mucho» años, remendado con muchos petachos, haciéndose cargo de que se le daba el vestido solamente para cubrir la desnudez y para que a la vez sirviera de mortificación a su cuerpo. No reputaba hacer’ lo bastante para domar los insanos ape­ titos de la carne con la austeridad y con la pobreza que aca­ bamos de describir, sino que creía necesario subyugar a su cuerpo sujetándolo a una extremada abstinencia en la comida. Tampoco en esto se atenía solamente a los ayunos de la regla, sino que ayunaba diariamente a sólo pan y agua, y aun el pan el más duro y canucido que encontraba. Mas como la naturaleza privada del necesario sustento decayese notable­ mente, l'uéle necesario templar y moderar el rigor de los ayu­ nos. lo cual se consiguió por la obediencia a sus superiores, en la cual fué tan aventajado como en las demás virtudes. Todo lo cual contribuía a que se formase entre los religiosos una gran opinión sobre la santidad de tan esclarecido reli­ gioso. Su obediencia fué pronta, sencilla, ciega y perfecta, debi­ do a que declaró guerra sin cuartel a la propia voluntad que es origen y madre de toda desobediencia, y con tanta cons­ tancia y tesón la negó y persiguió hasta el último momento de su vida, que bien puede asegurarse que aniquiló, por de­ cirlo así su propia voluntad y que después de emitido el voto de obediencia en su solemne profesión, no pudieron los re­ ligiosos observar y notar que quedasen en él ni aun indicios o sentimiento alguno de ella. Gomo tenía fija en su ánimo y como esculpida en él la voluntad de Dios únicamente, y la voluntad del superior que le presidía y gobernaba en lugar de Dios, no discernía el mandato, ni examinaba la causa de él. ni discurría o reflexionaba sobre el modo que tenía el supe— 194 —

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