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Fué natural de Lalueza, pequeño pueblo de la provincia de Huesca, distante 32 kilómetros de esta ciudad. Pertenece al partido judicial de Sariñena, y está bañado por el Isuela. Movido por el suave impulso de la divina inspiración, dicen los manuscritos, se retiró al claustro de la Religión, co­ mo a puerto seguro, contra las furiosas olas del agitado mar de este mundo y vistió el hábito capuchino en la provincia de Aragón, empezando a brillar con tal cúmulo de virtudes, que se manifestaba a todos como vivo ejemplar de perfección y santidad. Era como innata en él una gran sinceridad y candor de su alma, en tal manera, que nunca pudo descubrirse en él la más leve nota o indicio de dolo o ficción, haciéndose por es­ to muy amable a todos aquellos que le trataban familiarmen­ te. La humildad de su espíritu le hizo ser un religioso tan sui generis e independiente de toda vana estimación y honra pro- viniente de los prójimos, que prefería ser despreciado de ellos,, más que amado y honrado. Ejercitábase asiduamente en la contemplación de las cosías celestiales y esta asiduidad y constancia en la oración, do la cual dimana la perfección y las virtudes, de tal manera le había caldeado el corazón y sus entrañas en el fuego del divi­ no amor, que cuando hablaba con seculares, no podían éstos resistirse a la eficacia y virtud de sus palabras y todos queda­ ban movidos a lo bueno de modo admirable, cumpliéndose en él lo que dice el profeta: Iv meditatione mea exardescit ignis. Fué amantísimo de la observancia de la regla y constitu­ ciones, a cuyos preceptos y consejos ajustó escrupulosamente y en todas circunstancias los actos de su vida y su conduc­ ta, llegando a juzgar corno una falta considerable el desviar­ se o apartarse, aunque no fuera sino en cosas mínimas, de lo que en ellas se ordena. Asimismo era celosísimo de la santa pobreza, y durante toda su vida amó ardientemente, como el Padre San Francisco, esta preciosa margarita. Gomo no podía menos de suceder en religioso tan timora­ to, practicaba con diligencia la obediencia a sus superiores; pero no una obediencia cualquiera, sino una obediencia ín­ 146 —

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