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CAPITULO XXVII Los filipinos por la Virgen de Lourdes. Y a hemos mencionado anteriormente el entusiasmo y devoción que se apoderó del corazón de los filipinos hacia la Virgen de Lourdes. Su imagen poética y devota tomó po– sesión de las humildes casas de nipa y de los palacios sun– tuosos, de las sencillas ermitas de barrio y de las soberbias catedrales, y el pueblo entero se postró reverente ante Ella y la llamó Madre y la proclamó su Reina. Por eso no es de extrañar el que sus devotos contribu– yeran tan generosa y prontamente para levantarle un templo digno de Ella, para poner en dicho templo un mag– nífico órgano, y finalmente no es de extrañar que por sus– cripción popular se recogieran joyas y brillantes para la fa– bricación de una tegia corona para la Virgen de Lourdes. Pero los filipinos hicieron aún algo más para manifestar su afecto y devoción hacia la Virgen de Lourdes. Hablemos, si– quiera sea brevemente, de algunos literatos, pintores y escul– tores, que a Ella consagraron con amor sin límites las obras de su preclaro ingenio, y f:nalmente digamos algo de las peregrinaciones que se organizaron para visitar a la Virgen de Lourdes en Francia. 287

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