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CAPITULO XIV Los Capuchinos y el Obispo filipino Mons. Barlín. Grande fue durante el año 1903 la lucha de ideas, que tenía como campo de batalla el archipiélago filipino, cuando, después de la revolución, estaban casi todas las diócesis va– cantes y se discutía y comentaba desde distintos puntos de vista el nombramiento de obispos. Los clérigos filipinos, como facilmente puede compren– derse, defendían con todas sus fuerzas el nombramiento de obispos del país. El Sr. Delegado Apostólico, Mons. Bautista Guidi, recién llegado a Filipinas, siguió por algún tiempo una política de experimento o mejor, equilibrista, sin que pudiera decirse cuál era su verdadera posición 1 • Por aquellos días corrió la noticia de que todos los obis– pos serían americanos. Inútil es decir la serie de comenta– rios y protestas en todo el país. l. No se había nombrado ningún obispo filipino desde el año 1789. El último Obispo nativo, antes de la revolución, fue Mons. Ignacio Sa– lamanca, Obispo de Cebú. Cfr. ZAIDE, Catholicism in the Fhilippines, pág. 182. Manila, 1937. 151

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