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40 P . GULJ .'1,· .4. estaban refugiadas las Re]igiosas Alemanas, y así lo hi– cieron. Las niñas de la Santa Infancia fueron dispersadas entre las familias cristianas. Por fortuna, los Rojos no se aventuraron a dar el asalto a Pingliang. Saqueron la campiña, y, sin trabar combate serio con los sitiados, continuaron su carrera devastadora a través de la Prefectura, hasta juntarse con las bandas que acampaban en los bosques del N. E. * * * Los Misioneros volvieron a sus puestos a recomanzar la organización de sus obras deshechas. En octubre se recibió algún alivio con la llegada de España de un nuevo grupo de Misioneros, los Padres Vi– dal de Pamplona, Rainerio de Lizarza, Leonardo de Ber– binzana, Jenaro de Artabia y el Hno. lego Fr. Dositeo de Albistur. Con ellos llegaba un voluminoso envío de 97 cajas, regalo de los bienhechores de España para los Mi– sioneros. Todo iba a ser necesario.

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