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26 P. G U LI N A En la mañana del 15 de Diciembre fué sorprendida la primera barca, la nuestra, por un nutrido tiroteo. Dos remeros que estaban a nuestro lado cayeron heridos. La barca, indefensa y sin refugio posible, hubo de rendirse y atracó en la orilla de donde partía el fuego . En un abrir y cerrar de ojos, un tropel de foragidos, astrosos, provistos de las armas más inverosímiles, saltó sobre la embarcación. En la orilla quedaban vociferando, como locos, unos 50 de la banda. Comenzó el registro de los equipajes : libros, vestidos, ropa de Iglesia . . . De pronto y cuando se hallaban en lo mejor de su faena, volvió a oírse, cercano, un nuevo tiroteo. Los ladrones que estaban dentro de la barca, queda– ron sorprendidos, pues las balas venían de la parte con– traria. Nosotros quedamos entre dos fuegos, sin defensa ninguna más que Dios. Los ladrones saltaron a tierra, viendo que las balas silbaban muy cerca, y luego se per– dieron en el bosque tras de sus compañeros, que esca– paban ya monte arriba a t odo correr. Nosotros quedamos suspensos, viendo visiones, y sin saber qué partido tomar; cuando vemos llegarse a nos– otros las cuatro barcas rezagadas, dando gritos de triunfo. Nuestros inesperados defensor es se reducían a media docena de soldados, amigos del P . Hesser, pues eran de la región donde él había misionado. Hacía dos días que se habían agregado a la caravana. Al darse cuenta de que la primera barca de la caravana, la nuestra, había sido atacada por los ladrones, saltaron disimuladamente a tie– rra y se ocultaron detrás de los peñascos. Varias salvas seguidas de sus fusiles bastaron para poner en fuga a aquella banda de pobres diablos metidos a ladrones. Salvado sin desgr acias personales el tragicómico in– cidente, arribamos pocos días después a la ciudad de Chang-ku, situada en el Shenshi Oriental. Allí dejamos

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