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to, Ramón Tuya Solar, que estaba también en mi grupo, dijo err alta voz: e Que todos rezásemos el Señor mio Jesucristo.:~~ Todos se– guimos su consejo. El padre Arcángel, Capuchino, trazó la señal de la cruz, dándonos la absolución sacramental. :.No habíamos terminado, cuando aquellos asesinos llegaron a nuestro lado y comenzaron la selección, llevándolos en camiones, en medio de la mayor resignactón de las víctimas. Primero se buscaron aquellas personas contra las cuales había deseos de venganza; en– tre estas personas nos escogieron a mi padre y a mí, librados de la muerte por pura protección del cielo. Seguidamente, a los sacerdo– tes, y con ellos se llevaron a aquellos detenidos que por su exterior creyeron igualmente religiosos. :tEn esta incesante salida, mansamente desfilaron hasta las pri– meras horas de la madrugada del día siguiente las ciento dieciséis víctimas; unas, mezcladas en 'Compactos grupos; otras, individual– mente. Aquellos desalmados no se saciaban de sangre, y, atraídos por ella, aumentaban de hora en hora el número de asesinados. Todas las víctimas salieron resueltamente entre sus verdugos, a sa– biendas del fin que les esperaba. Ning.una opuso resistencia. Todas ellas en mansedumbre, y muchísimas de ellas rezando el rosario, dieron un .adiós postrero a los que esperábamos muy pronto acom– pañarlos en el otro mundo. :t¿Cómo muneron aquellos compafteros de cautiverio? Directa– mente no lo sé; pero, por manifestaciones de un compañero que milagrosamente fué salvado cuando se encontraba ante el piquete de ejecución y que hoy vive; por manifestaciones de personas de entera solvencia, cuya saca y traslado a los cementerios presencia– ron, y por la declaración prestada por algunos prisioneros, se puede casi completamente reproducir aquella es-cena, sin temor a equivo– carnos lo más mínimo, pues todos los testimonios son coincidentes. ,En las inmediaciones de la iglesia de San José habia un gentío enorme: unos, en forma de meros curiosos; otros, insultando a las víctimas y blasfemando sin tasa. Predominaba el elemento feme– nino, que al mismo tiempo era el que más se significaba en los in– sultos y excitaciones al crimen. En el trayecto de las barriadas obreras de Natahoyo y la Calzada se esperaba eomo un aconteci– miento el paso de los camiones, aplaudiendo su paso e insultando a las víctimas. :tSe sabe también que en los camiones se daban unos a otros la consigna de morir todos con este grito: c¡VIVA CRISTO REY! :t , y la mayoría asi lo hicieron. !Por si esto fuera poco, tenemos el testimo– nio de varias causas instruidas a personas que formaban en estos piquetes. Los testigos que declararon en tales sumarios son unánimes 57

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