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V Se salva el catorce.-Las Clrma.s de los Capuchinos.– Pronto me afeitarán. -Modelo de todas las virtudes. Para mejor inteligencia, sin lugar a confusión por razón de los dos nombres de fray Eustaquio, advertimos que en los documentos oficiales y en las declaraciones de testigos figura con el nombre civil que, como hemos indicado -en páginas anteriores, era el de Bernardo Cembranos. Ahora bien: fray Eustaquio se libró de la muerte el día de la matanza general, en que sucumbieron los otros Capuchinos que con él estaban presos. ¿Cuál fué la causa? Nos inclinamos a que -en la con– fusión reinante durante aquellas horas trágicas pasó desapercibido. Tal vez el Sefior quería que su paciencia fuera más p robada, su mart!rio más prolongado y los ejemplos de sus virtudes más paten– tes. Varios de los supervivientes de aquella hecatombe nos han de– jado muy apreciables declaraciones que pronto verá el lector. «En el mes de agosto del afio 1936, manifiesta el padre Luis Ez– cati, conocí al hermano lego Capuchino Bernardo Cembr anos Nistal (fray Eustaquio de Villalquite) en la iglesia parroquial de San José, de esta villa de Gijón, convertida la tglesta. por el Frente Popular en cárcel, y le conocí después de la tremenda saca y asesinatos per– petrados del día 14 de agosto del citado afio. En la iglesia-prisión dormí en su compafiia, en una parte de colchón que él bondadosa– mente me cedió. ;)Habiendo los milicianos resuelto prender fuego a la iglesia– prisión de San José, como efectivamente la quemaron, a los allí detenidos, entre ellos también a fray Bernardo, nos trasladaron a la Residencia de los padres Jesuitas, ya antes convertida en cárcel. En la Residencia no había colchones y hubo que dormir en el santo .suelo. »Todos los días éramos llevados los presos a descombrar; primero, al cuartel de Zapadores (hoy Simancas), y después, al cuartel Si– mancas (hoy Colegio de los padres Jesuitas). Por el día nos daban el rancho en el mismo lugar del trabajo, y por la noche nos llevaban nuevamente a la Residencia-prisión.» Por su parte. el sefior don Alfonso Trenes nos dice que «Conoció al hermano Bernardo durante el afio 1936, en una celda de la Resi– dencia de los padres Jesuitas. Desde allí nos llevaban todos los días a descombrar en el cuartel de Simancas, ya tomado por el Frente Po– pular. Comíamos el rancho en el mtsmo cuartel, y por la noche nos volvían otra vez a la celda, durmiendo tirados en el suelo. Trabajá- 346

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