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«Mis padres eran eminentemente cristianos, educando a sus hi– jos y, por consiguiente, a Bernardo, lo mismo que a los demás, en los principios prácticos de nuestra santa reUgión. Mi padre tenía cantina (taberna), a la que venían siempre hombres; llegada la hora del rezo del rosario, decía mi padre a cuantos estaban en la cantina: «Se va a rezar el santo rosario; los que quieran rezar, que pasen, y los que no quieran, pueden retirarse...» »Bernardo fué siempre muy obediente a nuestros padres, y era muy bueno y humilde con los hermanos, enemigo de discusiones y altercados con los de 'Casa y con los de fuera. Nunca le vi reñ~r tam– poco con ningún ni.ño o joven del pueblo; con todos conservaba sus buenas amistades.» (Tomás Cembranos Nistal.) Quiso ser sacerdote secular el siervo de Dios, y para cumplir la plausible aspiración empezó los estudios de latín y humanidades en los Seminarios Menores de Valle y Villamuñio. Pero, por dificulta– des innatas para el estudto, desistió de cursar la carr.era eclesiástica. <<En los primeros años del latín, por el 1910, fui contemporáneo de fray Eustaquio de Villalquite, llamado en el siglo Bernardo Joa– quín Cembranos Nistal, en el Seminario de Villamuñío, que regen– taba el párroco don Leonardo González Rojo. El indicado Bernardo era ciertamente de corta inteligencia, pero muy aplicado y estudio– so, viéndose compensada su corta inteltgencia con las virtudes que ya entonces en él se destacaban, especialmente la humildad, la paciencia y la obediencia; de tal manera, que parecía ya en aquel tiempo un verdadero santo. Soportaba todas las travesuras que le hacían los otros estudiantes con tanta paciencia y humildad, que jamás se atr-evió a delatamos al director. Si alguna vez sufría algún casUgo, no era sino por no poder preparar las lecciones a causa de su menguada intel1gencia.» (Presbítero don Severino Llamazares.) II No era para el mundo.-Al claustro seráfico.-Novicio edificant~.-La profesión religiosa.-Después de profeso. «Desde pequeño fué Bernardo muy piadoso y recogido; le gus– taba mucho ir a la iglesia y rezar; no alternaba con los mozos en pasatiempos, reuniones, bailes, romerías u otras diversiones.» (To– más C. Nistal.) Sus costumbres, d1ametralmente opuestas a las costumbres del siglo, le contraindicaban para vivir en el mundo, en medio de los placeres y de las vanidades a que tan locamente se entregaba la 342

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