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Sálveme por segunda vez.-Reunión de zorras alboroto de gallinas. Libre de la prisi.ón en la Dirección de Seguridad, fué el siervo de Dios a buscar refug~o a casa de su paisana doña Alejandra Galuares Gago, lleg.ando hecho un desastre, teniendo que equiparle de todo, emocionado y lloroso, diciéndola: «Sálveme por segunda vez la vida.>> La primera vez se la había salvado después del famoso empellón en la pesca de ranas. Cuando llegó a su casa, al ver que no había ninguna imagen vi– sible, porque todas se habían ocultado a causa de los continuos re– gistros, exclamo: «¡Hay que ver!, ni una imagen a quien rezar.» Entonces, para consolarle, le mó una im~gen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, proporcionándole una gran alegria y un con– suelo verdaderamente extraordinario. S~empre se le vió entregado con toda confianza y abandono en das manos de Dios, y con fre– cuencia rehusaba altmentos y otros alivios durante el refugio, dicien– do que él estaba demasiado bien cuidado, cuando por las calles va– gaban tantos pobres hambrientos. Mas, al manifestarle la señora que ella no podía ir por las calles buscándolos,. él insistía en su idea, morttficándose con auténtica y verdadera sobriedad. En casa de su bienhechora fué en todo momento discreto, re– traído y callado, por temor a molestar que, desde lueg.o, nun~a lo hacía. Cuando llegó a la casa estaba deprimido, muy explicable su es.tado a causa de los sufrimientos, el hambre y el cansancio, de– presión más bien fisiológica que moral, ya que al tomar algún re– frigerio y descanso quedó completamente sereno y tranquilo, satis– fecho además por la benévola acogida que le dispensó su buena paisana y anttgua amiga de juegos inocentes. Durante el tiempo de su permanencia en la casa bienhechora fué muy devoto fray Primitivo. Con ella y con la criada rezaba siempre el santo rosario, y retirado en su habitación por las noches, obligó alguna vez a la señora a reprenderle, porque debiendo tener gran cuidado en que la casa estuviera a oscuras, por el -enorme miedo a los registros, le encontraba muchas veces con U:na velita encendida, postrado de rodillas ante la imagen de JesúS Nazareno, en mortifi– cada y devota oración. Movido por la caridad con sus hermanos de hábito salía frecuen– temente a la calle para vis~tar a los enfermos, ancianos o necesitados 333

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