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y de los niños del colegio, con excelentes resultados, prestando desde entonces grandes servicios a los conventos de Madrid y El Pardo, y ahorrando cuantiosos dispendios, sin perdonar él molestias y trabajos ocasionados por el constante ir y venir, alternando con esta nueva ocupación las muchas y constantes que le proporcionaba el cargo de Hermano del colegio. Un rel1gioso que trató mucho al hermano dice que era discreto y ponderado; valía ciertamente para conductor de automóvil, y si como dicen los antig.uos, la prudencia es el cochero de las virtudes, el hermano era ciertamente un buen cochero en todo el sentido de la palabra. Siempre dueño de si, sereno y mirado en todas sus cosas. Era fuerte y recio para el trabajo. Con todos siempre a punto. Ser– vicial aún a costa de no poca abnegación; dispuesto a cualquier hora para prestar los servicios no siempre cómodos que de su cargo derivaban. Entendía fray Primitivo bastante de mecánica, y por eso cuando conducía la camioneta y encontraba coches accidentados en las ca– rreteras se paraba siempe, ofreciendo sus valiosos servicios para poner en marcha eualquier vehiculo. Parece que alguno notó en el siervo de Dios, encargado por los Superiores de la conducción de la camioneta, cierto descuido en la atención a los niños del Colegio, ocasionando trastornos de mayor o menor importancia y determinado malestar entre el personal do– cente. Pero a esta especie de rumor flotante dice un religioso que durante muchos años convivió con el siervo de Dios, lo siguiente : «Referente al Hermano fray Primitivo debo decir, que estando en– cargado de cuidar a los niños, alumnos de nuestra escuela seráfica, lo hizo siempre con diligencia y asiduidad ejemplares, siendo estima– do por ello de todos, religiosos y alumnos, con afecto nada común. Quiero salir al paso, por creerlo de justicia, a una insinuación que oi alguna vez en el sentido en que descuidaba este quehacer cuando se le encomendó la conducción de la camioneta, a nosotros donada para recados y encomiendas diversas. Yo creo que no hubo ningún des– cuido por su parte, sino que simplemente habiendo de atender a este nuevo trabajo, que la obediencia le encomendó, era inevitable que alguna vez fuera en detrimento de su otro oficio. Si bien el Hermano procuraba por todos los medios cumplir decididamente sus dos mi– siones. Esto sin echar en olvido que, como para el cuidado de los niños tenia otros dos hermanos que le ayudaban, y para la atención de la camioneta casi siempre era él sólo, es lógico que confiado en sus colaboradores, se dedicara con más interés a lo que él solo atendía.~ (Padre Bernardino de La Granja.) Proclamado en España el régimen republicano con sus corres- 331

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